Mariposas

4.1K 188 266
                                    

—44—

Fina camina a mi lado en un cómodo silencio. Ha insistido en acompañarme por algún motivo absurdo que se ha inventado, pero me alegra que lo haya hecho.

Nos detenemos frente al Chelsea y antes de despedirse me da un abrazo de oso de esos que te quitan los males, porque te estrujan tanto que te provocan otros.

—¿Quieres que entre contigo? —me pregunta con seriedad.

—Sí, lo que me faltaba, aparecer delante de ella acompañada como una niña de diez años.

—Era por aligerar la conversación un poco.

—Y por morbo, guapa, que nos conocemos —la acuso con una sonrisa.

—Ay, amiga, lo que me gusta un buen cotilleo —confiesa riendo—. Bueno, y para morbo el que tiene Cristina.

—No estás ayudando.

—Sólo constato verdades —dice encogiéndose de hombros.

—Ya, ya, no me hagas sentir peor —le suplico—. Que es que es un amor, sabe qué decir a cada momento, es divertida, guapa y liga muy bien.

—Mira, vamos a hacer una cosa. ¿Por qué mejor no te vas y ya le cuento yo la situación y me tomo el café con ella? —sugiere divertida—. Por ti puedo hacer un esfuerzo.

Nos empezamos a reír de sus tonterías aunque sé qué esconden unas cuantas verdades. Que a Fina no le importaría nada intercambiar experiencias con Cristina lo he escuchado más de una vez.

Después de insistir un poco, consigo que mi amiga se marche, cosa que me permite respirar con cierta tranquilidad un momento antes de enfrentarme a ella.

Al verme entrar al bar, sonríe igual que siempre, cálida y cercana, como si no hubiese desaparecido de la exposición de repente después de que me besara; como si no hubiese tardado demasiadas horas en contestar unos simples mensajes.

Pido un café y me siento, un tanto nerviosa.

—¿Cómo estás, Luz?

—Un poco más situada —le contesto con sinceridad.

Y Cristina se me queda mirando tratando de descifrarme.

—Quiero pedirte disculpas por la encerrona de ayer. Creo que convertí una cosa bonita en algo incómodo y, de verdad que era lo último que quería.

—No tiene nada que ver con eso, Cris —le rebato sintiéndome fatal—. Hubiese preferido que me lo comentaras primero, claro, pero fue algo precioso.

Sonríe un poco turbada y vuelve a enfocarme.

—Entonces me decanto por la segunda opción: el beso —suelta encarando el tema directamente—. Sé que no tendría que haberlo hecho. Es sólo que a veces me parecías tan convencida de que sí lo querías que... no sé, no lo pensé.

—Deja de disculparte —le suplico más incómoda todavía—. El problema aquí no es algo que hayas hecho, no eres tú, soy yo.

—Luz, ¿en serio estás usando un cliché conmigo?

—Si es que es verdad —le confieso soltando una risita nerviosa.

Se calla un instante y la veo suspirar antes de lanzar lo que realmente quiere saber.

—¿Y no tendrá nada que ver con aquella chica imbécil que no te hacía caso?

La miro tratando de decidir si es bueno tener esta conversación o no, pero ya que es ella quien la ha puesto sobre la mesa, decido contestar con sinceridad.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora