Las disculpas

2.8K 173 28
                                    

—13—

—Hola Marta, ¿tienes un minuto? —escucho la voz de Ainhoa en el salón.

—Claro, dime, soy todo oídos.

—Supongo que ya estás al corriente del reportaje del Deessa, ¿no? Bueno por tu amiga Cris y por Luz, imagino.

—Sí, vuestro proyecto es bastante conocido en mi entorno —afirma mi prima riendo y, bajando la voz añade—. Oye, Luz parece una zombie últimamente, ¿no te estarás pasando mucho con ella verdad?

Y la escucho a la perfección y en este momento la mataría, pero prefiero mantenerme en las sombras si eso me da alguna pista de la opinión de la señora chef sargento.

—Ese tipo de oportunidades requieren un gran esfuerzo. Luz tiene mucho potencial, se está defendiendo con uñas y dientes.

—Sí, así es ella, me alegra que sepas verlo —contesta mi prima remando a mi favor—. Bueno y dime, no creo que hayas venido para hablarme de eso.

Y tengo que confesar que me sorprende escucharla decir algo bueno de mí.

—La semana que viene empezaremos a grabar y me gustaría que pudieras venir a hacer unas fotografías del "making of" del reportaje. Solo sería un par de días, podemos cuadrar horarios.

—Te estás tomando muchas molestias para darnos oportunidades a mi prima y a mí, ¿por qué?

—Creo que tenéis talento y para dárselas a personas desconocidas, voto por vosotras, es lo que hicieron conmigo —le explica con sinceridad—. Tienes la casa llena de fotografías y supongo que son tuyas. Me gusta cómo captas los detalles, eso es exactamente lo que necesito.   

Sin querer le doy un golpe al carrito de la verdura, que al moverse vuelca una botella de vino vacía al lado de la basura y eso hace un fuerte estruendo que impide que siga pasando desapercibida.

—Luz, ¿estás bien? —se asoma mi prima con rapidez.
—Sí, sí, tranquila, ha sido un despiste —le contesto algo avergonzada y veo aparecer a Ainhoa detrás—. Hola.

No sé cómo comportarme exactamente con ella. En el hotel no hemos vuelto a coincidir ni martes ni miércoles. Por lo que me ha dicho Paolo, han cambiado el turno con Clara y ha pasado a estar de mañanas. Y realmente no sé si lo tenían planeado así o está evitándome desde el incidente del lunes, pero a mí ese cambio también me conviene. Sigo sin comprender por qué pero Ainhoa me desestabiliza y no es algo que necesite en mi vida ahora mismo.

—Deberías descansar un poco, así sólo vas a conseguir hacerte daño —comenta Marta con preocupación y dirigiéndose a nuestra vecina añade—. Cuenta conmigo. Sólo necesito cuadrar un par de citas de la agenda y hablamos de los horarios. Tengo que irme, que he quedado. Gracias por pensar en mí.

Le da un abrazo y otro para mí con beso incluído y se marcha pitando, lo que nos deja a Ainhoa y a mí solas en la misma estancia.

Para no enfrentarla, me dispongo a intentar por quinta vez la tarta de ciruela. Es la última preparación del dosier y la repostería no es precisamente mi fuerte.

—Luz, tu prima tiene razón, es muy tarde y tienes pinta de estar agotada —dice con cautela.

—Mañana tengo que bordar este postre si quiero que mis jefas estén contentas —contesto sin mirarla, añadiendo un poco de harina para conseguir la cantidad exacta—, una de ellas es bastante estricta y crítica.

Parece que a Ainhoa no le hace gracia mi broma y siento su mano posarse con firmeza en mi brazo y tirar de mí para conseguir girarme.

Cuando por fin la enfrento, me sorprende ver la calidez que transmite su mirada aunque su pose siga siendo firme.

—Hablo en serio, así de cansada nunca vas a conseguir hacerlo bien —insiste sin soltar su agarre—, cocinar es algo más mental que físico.

—Yo también hablo en serio —comento alejándome con cierta brusquedad de ella—. Tú ya tienes tu camino hecho, para mí este proyecto es la oportunidad de conseguir lo que siempre he soñado, por lo que llevo años trabajando y no voy a renunciar aunque tenga que pasarme toda la noche sin dormir. Así que si no tienes nada más que añadir, esta es mi casa y aquí no eres mi chef.

Veo la sorpresa reflejada en su cara porque no es habitual en mí comportarme así, pero lo último que necesito es una discusión o que me envuelva en sus problemas otra vez para acabar sintiéndome como una mierda.

Asiente en silencio y sale de la cocina. Yo aprovecho para respirar en profundidad, sacudirme esta sensación incómoda que me acompaña y centrarme en lo importante.

Lo que no esperaba es que Ainhoa volviese a entrar, se quitara la chaqueta y se dirigiera al grifo a lavarse las manos.

—¿Se puede saber qué haces?

—Ayudarte.

—Gracias, pero no necesito tu ayuda.

—Yo tampoco creía necesitarla el otro día —suelta, encarándome con calma— y mira, al final me vino muy bien.

—No sé qué decirte al respecto, Ainhoa —contesto con cansancio.

—Nada, no tienes que decir nada, ni siquiera tendríamos que estar comentando esto si las cosas no se me hubiesen ido de las manos —se sincera—. Sólo quiero pedirte disculpas, no te merecías que te hablara ni te tratara como lo hice.

—Bueno, con el calentón se dicen cosas que no se piensan realmente...

—Eso y un poco el carácter complicado que tengo, Luz.

Y descubro que Ainhoa siendo humana, es capaz de tranquilizarme.

—¿En paz? —pregunta alargando su mano derecha hacia mí.

—En paz —sentencio estrechándosela.

Pero cuando la tengo así de cerca, no me puedo contener y tiro de ella para darle un abrazo como llevo queriendo hacer desde que la vi romperse delante de mí el viernes pasado.

—Uf, qué manía más molesta tenéis de abrazar a la gente los de Toledo —se queja.

Por un momento, me planteo si la he incomodado, pero la pequeña sonrisa que intenta disimular, disipa mis dudas.

—Venga, vamos al lío, a ver qué sabes hacer con esta tarta.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora