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«Ainhoa: Ya te echamos de menos en el restaurante»
Al mirar la hora veo que el turno de cenas debe estar a punto de empezar, la calma antes de la tormenta y ella ha cogido el teléfono solo para escribirme esa tontería, cuando no acostumbra a llevarlo encima.
«L: ¿Solo en el restaurante?»
Haciendo retrospectiva de estos últimos días, por fin puedo decir que estoy donde quería estar. Ainhoa me está regalando lo que meses atrás me negaba, una emoción y una ilusión propias del principio de algo memorable. Y es que nosotras no hemos sido normales en ningún momento y los problemas que ella arrastra no van a desaparecer, pero hemos encontrado un lugar seguro en el que movernos.
«Ainhoa: Después, en mi cama, también te echaré de menos, pero eso me parecía adelantarme a los acontecimientos.»
«L: Igual te parecía cursi y los del norte no estáis acostumbrados a eso»
«Ainhoa: Igual te parecía sexual y no quería comprometer tu viaje en tren»
Me dejo ganar, sin duda, porque no tengo objeciones posibles frente a esa seguridad aplastante que a veces saca conmigo. Me encanta sentir que puede ser ella misma y olvidar un poco cómo la empequeñecieron en el pasado.
«L: Haciendo este tipo de comentarios lo comprometes igual»
«Ainhoa: Eso es porque al final eres tú la que me echa de menos»
Esa es una verdad tan rotunda que me avergüenza reconocérselo cuando hace menos de dos horas que he estado con ella. Pero de algún modo, quiero que lo sepa.
«L: Me hubiese encantado que vinieras conmigo»
«Ainhoa: Para solucionar las cosas con tus padres tienes que dedicarles tiempo a ellos. Yo precisamente no hacía nada útil allí; soy el foco del problema».
Intento respirar y retener la respuesta que me sale darle de primeras. Me molesta en sobremanera que se culpe de una cosa de la que únicamente ha sido víctima.
Cuando le expliqué el motivo de la visita de mi hermano, pensé en omitir ciertas cosas que podrían herirle, pero mentir se me da muy mal y ella me vio en la cara al instante que le faltaba información relevante. Así que se lo resumí de la mejor manera que supe para exculparla de nuestra discusión, aunque acabó sintiéndose mal de todas formas. Y yo con ella, de rebote.
«L: Por favor, deja de tratarte así. Nada de esto es culpa tuya. Fui yo la que salió corriendo de forma infantil, cabreada, sin dar ninguna explicación que aclarara las cosas. Y no me dolió la información que tenían sobre ti, sino que hubiesen investigado mi vida en vez de preguntarme directamente. Rompieron de algún modo mi confianza. »
Lo que sea que estuviese escribiendo como respuesta, lo borra y se lo piensa antes de volver a teclear.
«Ainhoa: Solo se estaban preocupando por ti, intenta tenerlo en mente».
«Ainhoa: Tengo que volver al trabajo, Luz. Dime algo cuando llegues».
«L: Que vaya bien el turno. Ánimo chef💪🏻. Llámame cuando salgas».
«Ainhoa: Sabes que eso puede ser muy tarde, no quiero despertarte».
«L: Me da igual la hora, Arminza. Te estaré esperando».
«Ainhoa: Yo también te echo de menos, polvorín🤍».
Tras esa confesión se desconecta y deja de estar en línea. Y a mi me tiembla un poquito el pecho. Siempre que usa ese apelativo, me reblandece de forma instantánea. Igual es el tono que usa al pronunciarlo, como si volcara de repente todo el cariño que se guarda, como si pretendiera decirme muchas cosas escondidas en una sola palabra.
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Choque de trenes
RomanceLuz va a empezar su último año de Gastronomía en Le Cordon Bleu de Madrid. Alejada de su familia y su Toledo natal, se apoya en su prima Marta y en Paolo para acabar de cumplir su sueño y convertirse en una de las mejores chef de toda la ciudad. Per...