Espía

2.6K 178 18
                                    

—12—

Pincho unos cuantos macarrones más y los engullo como si no hubiese comido en años. La verdad que este ritmo me está matando, pero ya está mereciendo la pena.

Estoy frente a la puerta del hotel haciendo tiempo para entrar e igual mi estado de nervios tendría que haberme cerrado el estómago pero a mí la ansiedad me hace todo lo contrario.

Me aterroriza encontrarme con Ainhoa después de lo que pasó el otro día. No sé si ha sido casualidad o si ella me está evitando pero no he vuelto a cruzármela desde el viernes. ¿Estará enfadada? ¿Hará ver que aquí no ha pasado nada?

Le he dado muchas vueltas a lo que me dijo. Me duele en el alma pensar que ha sido una mujer maltratada, quizá por eso necesita marcar tanto las distancias. Cuesta imaginarlo cuando ves la fuerza que desprende su persona. Cada vez que lo pienso me entran unas ganas enormes de abrazarla y decirle que va a estar todo bien porque debe estar muerta de miedo a la par que cabreada de que su ex marido vaya a salir de la cárcel. ¿Será ese tío capaz de ir a buscarla?

—Ainhoa, ¿de verdad vas a tirarlo todo por la borda? ¿Volvemos a aquel punto otra vez? —escucho decir en un tono realmente enfadado.

Al levantar la vista, veo a Clara con el teléfono en la oreja y cara de mala leche. Y me sorprende, porque a pesar de que en nuestro primer encuentro fue muy seria, parece ser un amor de persona y bastante divertida.

Sé que no debería, pero desde que la he oído nombrar a mi vecina, no puedo evitar prestar mucha más atención a su intercambio. Bajo el volumen de los auriculares al mínimo y miro a Clara de reojo.

—No te hagas esto, por favor... Ya lo sé, sé que no puedo ponerme en tu piel, pero beber no va a arreglar nada, cariño. El alcohol te estaba destrozando más que Hugo...Piensa en todo el esfuerzo y sacrificio que has hecho en este tiempo. Nueve meses Ainhoa, nueve meses de lucha y ahora has vuelto a poner el contador a cero.

Veo como da la vuelta y emprende el camino hacia mi posición, así que pincho otros tres macarrones esta vez sin demasiadas ganas y me dedico a mirar el tupper como si fuese lo más interesante del planeta, tarareando una canción estúpida, porque en cuestión de segundos Clara va a verme y no quiero que piense ni por un momento que he podido escuchar algo de su conversación.

—Mira, vas a salir de ese bar ahora mismo y a subir a tu casa. En cuanto acabe el turno de comidas nos vemos allí. Por favor, Nhoa, hazme caso y espera a que yo llegue... ¡Luz!

La oigo llamarme sorprendida ya desde poca distancia, pero mantengo los ojos en mi teléfono como si no la hubiese oído. Clara toca mi hombro y me obligo a dar un respingo y enfocarla.

—Ay, hola Clara —la saludo con una fingida sonrisa, quitándome uno de los airpods de la oreja—, ¿qué tal?

Me siento falsísima en estos momentos y me tengo que morder la lengua y las ganas de preguntarle muchas cosas.

—Bien, bien —contesta sin mucho entusiasmo—. Siento que hayas venido para nada, te iba a llamar ahora mismo, la sesión de esta tarde queda cancelada por un pequeño imprevisto. La compensaremos, ¿de acuerdo?

—Claro, no hay problema, no te preocupes. Me vendrá bien para estudiar un poco.

—Vale, nos vemos mañana.

La veo alejarse y recojo mis cosas deprisa. Si Ainhoa está bebiendo y cerca de casa no puede estar en otro sitio que no sea el Chelsea. Cojo un uber en Paseo del Prado y en cinco minutos me planto allí.

No sé por qué todo esto me está afectando como lo hace pero supongo que es cuestión de empatía.

Por el cristal veo a Ainhoa de perfil, sentada en la barra con una copa frente a ella y mira que mi madre se ha empeñado siempre en que controle mis impulsos, pero no va a ser hoy el día.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora