Mahoma

4K 215 74
                                    

—20—

Es la segunda noche que voy a pasar en el apartamento de Ainhoa y no sé si estoy entrando en paranoia o me está rehuyendo un poco. El ambiente está raro entre nosotras después de lo de ayer y quizá lo que quiere es evitar una conversación profunda, pero es que yo ni siquiera necesito hablar; sino un acercamiento, sentir que no estoy sola en todo esto, un poco de cariño, es que me muero de ganas.

    El último día, aquí en su sofá, me quedé con una necesidad real de besarla y me asusta un poco pensarlo de esta forma. Apenas nos conocemos pero la chef tiene algo que me ha atrapado de una manera a la que no estoy acostumbrada. Ningún chico había conseguido eso de mí... ¿Será porque es una mujer o porque es ella?

    Uf, no estoy nada preparada para tener una crisis existencial a mis 28 y me siento perdidísima ahora mismo. Lo único que tengo claro es que la mujer del otro lado del pasillo me gusta y me dan igual las razones, suposiciones o la implicación que eso pueda tener; sólo quiero que me mire como aquel viernes en el rellano de casa antes de besarme y que acabe haciéndolo por supuesto, eso está implícito.

    Y si la montaña no va a Mahoma, Mahoma tendrá que ir a la montaña, porque estoy convencida de que yo también le gusto. Puede que esté un poco desubicada en todo esto, pero sé jugar como ella lo ha estado haciendo y podría provocarla un poquito.

Llevo una camiseta de tirantes negra tipo lencera con su pantalón a juego, bueno más bien yo lo catalogaría de culote porque hacen estas cosas pequeñísimas, pero para lo que tengo en mente me viene muy bien.

Salgo de la habitación y respiro antes de recorrer el pasillo y empezar la actuación.

    —Ainhoa... no sabía que estabas aquí, he venido a por un vaso de agua —le explico dirigiéndome al frigorífico de forma despreocupada.

    Ella, que estaba leyendo tranquilamente en el sofá, levanta la vista siguiendo mis movimientos.

    No enfrento su mirada hasta haber rellenado el vaso y cuando lo hago, me dan ganas de bebérmelo entero porque la he pillado recorriéndome despacio y con una intensidad abrumadora.

    —Tú te has propuesto hacerme esto difícil, ¿verdad?

    —No sé de qué estás hablando —le contesto intentando aparentar una calma que desde luego he perdido por completo.

    Al pasar cerca de su posición, se levanta y eso hace que me detenga de golpe. Deja el libro en el sofá y se aproxima.

    —Preciosa —suelta de repente bajando un poco la voz—. La combinación que usas para dormir, digo.

    Y esa afirmación casi derrumba toda mi fachada de un plumazo, pero no voy a ponérselo tan fácil.

    —¿Sí? Es lo primero que he cogido...

    —Claro —responde intentando esconder una sonrisa incrédula—. Tiene pinta de ser muy fresquito.

    Ainhoa sabe lo que me provoca con su cercanía y su tono, pero sobre todo, con su mirada y disfruta usándola conmigo. Ella es más bien fría y un tanto distante, pero en sus ojos concentra tantas emociones, que a veces, llegan a abrumarme.

    —Pues yo de repente tengo como mucho calor.

    Y se lo lanzo así, un "voy con todo", "all in", porque si me paro un segundo a pensar en lo que estoy haciendo, saldría corriendo hacia la seguridad de mi prima.

    —¡Uf! —exclama desviando por primera vez la vista, como si mi comentario le hubiese afectado de verdad—. Luz, ¿quieres decirme algo en particular?

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora