Confesiones

2.9K 167 50
                                    

—15—

    Llegamos a casa sobre las diez de la noche y, aunque estoy agotada y mañana vuelvo a tener un largo día por delante, sé que estoy demasiado exaltada como para dormirme ahora mismo.

    —¿Te tomas una cerveza conmigo?

    —No veas primita, me sorprende que aún te queden fuerzas —bromea Marta tomando asiento en el sofá—. Venga, va, yo iba a repasar las fotos de todas formas.

    La veo sacar su cámara y empezar a trastearla concentrada. Hoy ha sido el primer día del reportaje y tengo que reconocer que me ha impresionado.

    Ainhoa, Ruth, dos compañeros que nos han presentado esta tarde y yo, hemos estado cocinando bajo las órdenes de la chef como si fuésemos a cubrir un servicio diario del Deessa. La diferencia es que las cámaras nos seguían allá donde íbamos y se paraban a fotografiar detalles y platos.

    Nada más llegar, nos han facilitado un uniforme de chaqueta azul marino mientras Ainhoa utilizaba la chaquetilla blanca con su nombre bordado que le vi cargar la primera semana que nos conocimos.

    Me siento al lado de mi prima y tras pasarle su botellín le doy un largo trago al mío y me recuesto ligeramente sobre el respaldo.

    Lo cierto es que me ha sorprendido mucho la actitud de Ainhoa. Seguía siendo firme y estricta pero la envolvía una emoción y una fuerza que nos ha llegado a todos y nos ha ayudado a seguirle el ritmo.

     ¡Dios! Lo guapa que estaba con esa chaquetilla blanca y ese maldito botón desabrochado.

    —Luz Lasierra —suelta mi prima con cierta sorpresa y seriedad—, ¿me explicas esto?

    Y por un segundo me desconcierta porque sólo usa mi apellido cuando quiere darme la charla o echarme una buena bronca.

    Me pasa la cámara con una fotografía en concreto y casi me atraganto con la cerveza.

    Es la imagen grupal del final del día. Ainhoa y Clara se plantaron en medio y mi vecina se aseguró de que yo quedara a su lado. Marta sigue esperando una respuesta y yo me fijo un poco mejor; mientras todos salen con la vista al frente y sonriendo, yo aparezco con cara de boba total mirándola a ella.

    Y recuerdo perfectamente el momento. No creo que tuviera la necesidad, pero Ainhoa pasó un brazo alrededor de mi cuerpo y dejó una mano en mi costado con la que me sostenía contra su cadera y aunque el pulso empezó a irme a mil por hora supe mantener bastante la compostura hasta que empezó a moverla de una forma sutil pero íntima en una caricia que me dejó totalmente fuera de juego.

    —¿Una foto grupal del elenco del proyecto?

    —Sí, una foto grupal del elenco del proyecto con mi prima babeando literalmente encima de nuestra vecina.

    —Deja de decir tonterías —le digo tratando de levantarme, pero ella me lo impide.

    —Luz, ¿te gusta Ainhoa?

    —No —miento descaradamente con toda la firmeza de la que dispongo.

    —Pero, ¿desde cuando te gustan las mujeres? —insiste sorprendida obviando mi negativa.

    Y consigo escabullirme hasta la cocina pero mi prima me sigue de cerca.

    —No es el caso, pero ni que fuese algo malo, a ver si ahora vas a resultar homófoba.

    —Luz, haz el favor de no insultarme y de bajar tu nivel de "gay panic" —me suelta indignada.

    Y me rindo porque no tengo fuerzas para seguir huyendo. Suelto un largo suspiro y me tapo la cara tratando de desaparecer.

    —¡Ay, joder! Que te gusta Ainhoa de verdad— susurra Marta impresionada.

    Retira con ternura ambas manos y me arrastra de nuevo hasta sentarme en el sofá junto a ella.

    —No lo sé, es todo muy confuso, voy a volverme loca —le confieso con cansancio—, es estricta, estirada y muy estúpida cuando quiere, pero a la vez es cercana, divertida y provocadora.

    —¿Crees que a ella también le gustas?

    —Yo que sé, Marta.

    Y ni siquiera me atrevo a pensarlo porque saber que guarda las distancias con todos menos con Clara y conmigo es algo que me pone nerviosísima.

    —Venga Luz, que nos conocemos, ¿no vas a hacer nada? ¿Ni decírselo, ni averiguarlo, ni pegarle un buen beso de los tuyos?

    —Ay, deja de decir tonterías, por favor. Por si no lo recuerdas estoy con Paolo.

    Mi prima me mira con un gesto de incredulidad pasmoso.

    —Quien no se acuerda de su noviecito cuando ella está cerca eres tú y eso te tiene que dar una pista muy grande de tu orden de prioridades. Eso y que en un año entero no has querido tener nada serio con él. Y por si aún te quedan dudas, nunca te había visto esa cara de idiota por nadie.

    La muy sinvergüenza se acaba su botellín, se levanta del sofá y se marcha dejándome echa un mar de dudas.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora