Familia. Miedo. Luz.

4.3K 224 318
                                    

—39—

Llamo a la puerta un poco nerviosa, por las horas, por lo que implica estar entre cuatro paredes con ella y por su verdad.

—Luz —saluda Ainhoa sorprendida—. ¿Qué haces aquí?

Espero que el hecho de conocer de toda la vida a Jose Antonio y sobornarlo un poquito para que me diese el número de su habitación, no se considere ilegal del todo. De lo contrario, nos caería un puro a ambos que ni te cuento.

—¿Puedo pasar un momento?

—Claro —dice, haciéndose a un lado.

Se ha cambiado de ropa, por suerte para mí, porque esa vestimenta era preciosa, pero un tanto sofocante.

—Quería saber si estás bien —empiezo sin tener claro cómo preguntárselo, nerviosa a más no poder.

Me mira sin entender nada y yo me veo obligada a añadir alguna cosa más antes de que lo considere una excusa estúpida para venir a verla.

—Me ha dado la sensación de que te has ido de repente, como si te hubiese incomodado algo y quisieras huir.

Quiero rezarle a quien sea que exista en el universo, que no haya vuelto a huir de mí por la maldita canción, con el acercamiento que habíamos tenido.

—Se hacía tarde, Luz y mañana quiero estar al 100% en el derbi de repostería.

—Sí, eso es lo que has dicho en mi casa, pero aquí no tienes que mentirme.

Suspira y eso me da muy mala espina; como si no quisiera decirme una verdad incómoda, una verdad que no me va a gustar.

—Bueno, puede que un poco sí que haya huido—accede por fin—, pero que no ha pasado nada, si tienes una familia maravillosa, Luz. Es una suerte.

Suena abatida y yo ya no sé si tengo algún derecho de ahondar en el tema, pero lo intento de todas formas.

—Y, entonces, ¿por qué te has ido?

Retengo el aire a la espera de su respuesta.

—Por el juego.

Lo sabía. Sabía que esa canción no era buena idea. Tendría que haber evitado que mi hermano la reprodujera.

—Todos tenéis canciones tan bonitas y alegres que no me parecía correcto romper la armonía —continúa con seriedad, derrumbando las teorías de mi debate interno.

Porque empiezo a entender que mi canción no ha sido el problema y ahora sí que me siento totalmente perdida.

—Bueno, la mía feliz feliz no era...

—La tuya me ha gustado más de lo que debería —me confiesa.

La miro enrojeciendo de golpe y supongo que mi cara le da una idea del nivel de confusión que estoy gestionando, porque decide darme otra explicación.

—Luz, ya me cuesta abrirme delante de gente de confianza como para hacerlo frente a desconocidos —admite—, sin ofender.

La entiendo y no lo hago, porque por más vueltas que le doy, no sé qué tipo de canción habría elegido y eso me mata de curiosidad.

—¿Cuál es tu canción?

—Luz.

Es una advertencia en toda regla, lo sé, pero he llegado hasta aquí y no voy a detenerme ahora.

—Ainhoa —le respondo en el mismo tono, mostrándole que no quiero parar.

—No es mi canción ni siempre me representa —me explica accediendo finalmente—, pero cuando habéis pedido una es la primera que se me ha pasado por la cabeza y se ha quedado ahí en bucle, impidiéndome pensar en nada más. Hubo un tiempo en el que me sentía muy expuesta cuando la escuchaba.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora