—24—
Ainhoa se entretiene en mi cuello con algo más de calma, como si hubiese recuperado un poco el juicio que a mí me está haciendo perder del todo.
Aprovecho para quitarme los guantes y colar las manos por esa piel blanquecina que ha llamado mi atención desde que he puesto un pie en su apartamento y ese gesto hace que se detenga y me mire con tanta intensidad que me descoloca.
—Luz, ¿estás segura de esto?
—Tan segura que si se te ocurre parar ahora, lo voy a tener que acabar yo misma —le confieso mordiendo su labio inferior.
—Uf, qué imagen acabas de regalarme —suelta con voz ronca, apretándome más contra ella como si unos simples centímetros le molestaran sobremanera—. Ven.
Coge mi mano y empieza a guiarme por el salón, pero a mí esa distancia no me gusta para nada, así que doy un tirón a nuestro agarre y me pego de nuevo a ella antes de besarla con una necesidad pasmosa.
La empujo suavemente haciendo que se siente en el sofá y me subo a horcajadas. A Ainhoa parece gustarle mucho mi atrevimiento porque coloca sus manos en mi culo, ejerciendo presión hacia su cuerpo y me recorre la boca de una forma muy húmeda y sugerente.
Y no sé cuál de los dos movimientos lo consigue, pero la presión en mi entrepierna es sofocante y no puedo evitar soltar un gemido.
—Dios, Luz —gruñe contra mí, antes de apresar mi lengua entre los dientes y elevar un poco las caderas para conseguir un roce más profundo.
¡Lo que me había estado perdiendo, por favor! Cojo el borde de su camiseta y la insto a levantar los brazos para deshacerme de ella.
Clavo la vista en su pecho de repente con mucha hambre, porque Ainhoa no lleva sujetador y está totalmente desnuda de cintura para arriba.
Ella me permite observarla unos segundos, que son los que tardo en decidir que quiero comérmela entera. La empujo hacia uno de los laterales, haciendo que se tumbe y después de recolocarme, acerco mi boca a uno de sus pechos.
Paso la lengua por su pezón y me estremezco al sentir cómo se endurece de golpe, lo que me anima a seguir por ese camino y metérmelo en la boca para saborearlo al completo.
Ainhoa se retuerce debajo de mí y verla con las mejillas sonrojadas y los ojos cerrados, le hace muchas cosas a mi cuerpo. Tengo tantas ganas de hacerle sentir lo que ella me está provocando que me desplazo al otro pecho para volver a conseguir la misma reacción.
Lo que no me esperaba es que colocara una de sus piernas entre las mías y que ese gesto, junto con el movimiento de su cuerpo, consiguieran mojarme de esta forma.
Ainhoa tira de mí con brusquedad para besarme con cierta desesperación mientras cuela sus manos en mis vaqueros y me cubre el culo a la vez que me presiona contra ella, haciendo que el roce con su pierna se convierta en un estímulo imposible de ignorar.
Empiezo a moverme con su ayuda cada vez más deprisa y siento que como sigamos así voy a colapsar de un momento a otro, pero necesito mucho más y parece que ella entiende mi desesperación porque se incorpora y me tumba, invirtiendo nuestras posiciones.
Pone las manos en la cinturilla de mis vaqueros y antes de bajarlos me mira con los ojos más oscuros que le he visto nunca.
—¿Seguimos?
Tiro de mis pantalones y le ayudo a bajármelos con cierta urgencia y parece que esa respuesta le convence, porque coge mi camiseta y me la saca también con una rapidez impresionante.
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Choque de trenes
RomanceLuz va a empezar su último año de Gastronomía en Le Cordon Bleu de Madrid. Alejada de su familia y su Toledo natal, se apoya en su prima Marta y en Paolo para acabar de cumplir su sueño y convertirse en una de las mejores chef de toda la ciudad. Per...