Familia

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Miro por la ventana y veo el paisaje circular a cámara rápida ante mis ojos, como una película de las antiguas. Ainhoa está sentada frente a mí, con los ojos cerrados intentando descansar y Marta, que se ha apuntado en el último momento, ha ido al vagón bar a buscar algo de beber.

Desbloqueo mi móvil tratando de evitarla porque la tentación de desgastarle las facciones mientras duerme es demasiado grande y no quiero que, bajo ningún concepto, me pille en esa tesitura. Tampoco es un viaje tan largo, puedo gestionar esta media hora.

Por suerte, mi prima no se entretiene demasiado y a los pocos minutos se deja caer con pesadez a mi lado, haciendo que nuestra vecina la enfoque medio desubicada.

—Luz, te he traído una cerveza —dice Marta tendiéndomela.

—No me apetece, gracias —la declino mirando de reojo a nuestra compañera de viaje.

—Qué sosa —me acusa con un soplido frustrado—. ¿La quieres tú, Ainhoa?

—No bebo.

—Ya claro, búscate una excusa mejor que aún me acuerdo el día que mi prima evitó que acabaras durmiendo en el rellano, que me lo contó.

—Marta, por favor, cállate ya —le contesto de malas maneras.

—Vale, qué carácter hija.

Y por un momento, nos envuelve un silencio tenso a las tres o igual soy yo la única que me siento mal porque el comentario de mi prima le haya afectado de alguna manera.

—Soy ex-alcohólica —suelta Ainhoa de repente, sorprendiéndome.

—Venga ya, con eso no bromees —contesta mi prima un poco más seria.

—Ojalá estuviera bromeando.

—¿Luz? —se gira buscando mi confirmación.

Desvío la vista hacia la ventana sin añadir nada más porque si alguien tiene que explicar alguna cosa, no soy precisamente yo.

—Joder, podrías haberme dicho algo, que me has dejado meter la pata hasta el fondo —me acusa y enfocando a nuestra vecina añade—; lo siento mucho Ainhoa, voy a llevarme esto de aquí.

Se levanta con cierta prisa y desaparece por el pasillo dejándonos de nuevo en un silencio extraño.

—No necesitas hacer eso —comenta con cierta ternura.

—¿El qué?

—Dejar de beber delante de mí. No funciona así.

Puede que yo no tenga ni idea de cómo funciona, pero vi cómo le afectaba tenerlo cerca desde la recaída y no pienso volver a ser partícipe de un momento así.

—Yo también lo he dejado —le digo con una pequeña sonrisa.

—Sí, delante de mí —añade con burla.

—De momento. Es un primer paso.

Suelta un soplido dándome por imposible y yo vuelvo a desviar la vista hacia el teléfono. Paso unos minutos enredada entre fotografías y vídeos hasta que noto que se levanta.

—¿Puedo? —me pregunta señalando el asiento de mi lado.

—Claro, estoy seleccionando contenido para Instagram —le explico de forma innecesaria, un poco nerviosa con su cercanía.

—Ya he visto la cuenta, es muy buena —comenta un poco por encima sin querer ahondar demasiado porque sabe que es Cris quien me está ayudando y supongo que ahora mismo ese es un tema tabú.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora