La decisión

4K 207 274
                                    

—41—

    Me pongo a batir los huevos e irremediablemente cocinar me lleva a ella y a nuestra tarde de ayer y no puedo evitar sonreír como una idiota porque es que le habría hecho perder ese tren sin dudarlo si no llega a ser por Clara y lo mejor de todo es que Ainhoa se habría dejado. Me dio la sensación de que estaba más predispuesta que nunca y no le dije lo suficientemente claro cuánto me gustó por si acaso, por no dejarme en evidencia una vez más, pero me encantó en mayúsculas.

—Luz —saluda mi madre con cierto retintín—. Te veo muy contenta.

—Sí, lleva así toda la mañana —secunda mi hermano—. Creo que he engordado dos kilos en unas pocas horas.

Sigo a lo mío a pesar de la mirada de mi madre. La conozco y sé que quiere algo en particular, pero se mantiene callada y se dedica a rondar por la cocina como quien no quiere la cosa, para que sea yo la que salte.

Mi padre aparece más temprano de lo habitual y pese a que es algo extraño, no le doy demasiada importancia hasta que envía a Jon a su habitación y se sienta junto a mi madre.

—Cariño —me dice—. Podrías sentarte un momento con nosotros.

—Me dais un poco de miedo —les confieso enfocándolos por primera vez—, ¿qué pasa?

Mi padre me esquiva la mirada un tanto nervioso y a mí me entra el pánico porque la posibilidad de que mi madre le haya dicho algo de Ainhoa no me la había planteado pero parece que la situación me lo está gritando bien fuerte.

—No me lo puedo creer, ¿se lo has contado? —le pregunto realmente mosqueada.

—¿Tú lo sabías Silvia? —le recrimina.

Y a mí deja de cuadrarme todo.

—¿Podéis decirme lo que sea que tengáis que decirme de una vez y así acabamos con todo esto? —les pido atacada.

—¿Qué está pasando con tu jefa?

Es absurdo mentirle cuando tiene las cosas tan claras y puestas a elegir, prefiero quitarme de encima esta incertidumbre salga como salga.

—Que me gusta.

—Te gusta —repite despacio—. ¿Te gusta profesionalmente hablando porque es un referente, te gusta como persona, es simpatiquísima...?

—Papá por favor, no lo hagas más difícil —le suplico—. Me gusta ella, me gusta como mujer.

—Pero a ti, ¿desde cuándo te gustan las mujeres? —quiere saber descolocado.

Miro a mi madre pidiendo ayuda de forma silenciosa, pero se mantiene al margen de la situación, como si algo le preocupara en sobremanera.

—No lo sé, ¿vale? Nunca me habían interesado, pero la conocí y pasó.

—Pasó. ¿Qué pasó?

Lo cierto es que su pose policial me está poniendo de los nervios y quiero que pare con eso.

—¿Te parece mal? —le acuso—. No te gusta que sea una mujer, qué van a pensar en el pueblo de tu perfecta hija, ¿no? Pues sigo siendo la misma, papá.

—Luz, no tiene nada que ver con eso —interviene por primera vez mi madre—, cálmate.

—¿Y entonces con qué tiene que ver? —suelto enfadada— Porque esto se está pareciendo demasiado a un interrogatorio, me estoy empezando a sentir muy juzgada y voy a recordaros que ésta es mi vida y que yo decida compartirla con vosotros no os da derecho a meteros en ella.

—Estamos preocupados por ti —me aclara mi padre.

—Preocupados —repito incrédula.

—Sí, cariño, porque puede que no sea la persona adecuada.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora