Celos

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—Buenos días Gloria, ¿me pones un café?

—Luz, bonita, claro —me saluda sonriente—. ¿Para llevar?

—No, hoy me lo tomaré aquí.

Me siento en una de las mesas del fondo, que siempre están más tranquilas y enfoco el móvil. Me sorprende el trabajo que ha hecho Cristina en tan sólo una semana. El feed de Instagram está empezando a coger color, las fotografías atraen la atención y parece el perfil de toda una profesional.

—Hola Luz —me saluda Cris con una sonrisa—, ¿haciendo pellas?

—Eso ha sido culpa tuya, la fotógrafa profesional súper ocupada.

—Me alegro que ya me tomes un poco más en serio —bromea.

Se sienta a mi lado y tras pedirle un té a Gloria, vuelve a mirarme.

—¿Has visto cómo están triunfando tus platos? —comenta emocionada—. Ahora el segundo paso es combinar las publicaciones de fotografías con reels. Si te grabas cocinando, luego puedo hacerte un pequeño montaje y ¡boom! Magia.

—¿Ahora también voy a tener que grabarme? —me quejo—. Uf, esto me va a dar faena.

—Bueno, tú piénsatelo, es colocar el móvil mientras cocinas y eso sé que lo haces todos los días que vosotras en casa coméis muy bien y Marta no se acerca a los fogones ni queriendo—comenta restándole importancia—. He pensado que podríamos alternar una fotografía de alguno de tus platos y en la descripción das algunos tips modo receta, que eso gusta mucho; después el reel y por útlimo, alguna publicación tuya, para que le pongan cara al talento. Por supuesto, no cualquier fotografía, para eso ya tienes tu instagram privado, sino, relacionado con el mundo de la cocina: escuela, convenciones, en el Deessa, con algún chef conocido, etc.

Antes de que pueda contestar, veo entrar a Clara, que se acerca a nosotras con una sonrisa. Tengo que reconocer, que al verme con Cris, su expresión cambia a una de curiosidad y yo me encuentro en la obligación de presentarlas ya que parece que no la recuerda.

—Ella es Cristina, trabajó en el proyecto del Deessa.

—Claro, ya decía yo que me sonabas, pero veo a tanta gente que se me mezclan las caras, perdona —se disculpa y tras darle dos besos, se dirige a mí de nuevo—. He venido a por unos documentos que Ainhoa necesita, yo no sé dónde tiene la cabeza esta mujer últimamente, ¿podrías llevárselos tú cuando vayas al restaurante?

—Sí, sin problema, yo se los doy después.

Mentiría si dijera que no me sorprende. No el hecho de llevarle esos documentos, sino la necesidad de Clara de mencionar a mi vecina, de darme explicaciones, como si tuviera que recordármela por algún motivo que no llego a comprender.

Se marcha a tomar su café dos mesas más allá y no nos quita ojo o quizá soy yo que estoy entrando en paranoia pero me parece que Clara está analizando demasiado nuestra interacción.

—Te he traído algo —suelta Cris devolviéndome a nuestra conversación.

La veo sacar un tubo de cartón duro que me entrega muy emocionada. Al destaparlo puedo ver una lámina enrollada en su interior; la saco con cuidado y la estiro, quedándome sorprendidísima.

Es una fotografía mía. Salgo enfundada en el traje azul de cocina y con cara de concentración. Estoy ultimando los detalles de uno de los platos más difíciles que tuvimos que preparar en el proyecto. Mis dedos están sobre el meloso de cabrito dejando caer varios granos de sal. Los detalles, colores y expresión que ha captado son especialmente adictivos, como si no pudieras dejar de mirarla.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora