Ainhoa Arminza

2.4K 141 9
                                    

—4—

    —Paolo, es mi última semana libre —le explico de nuevo—, quiero estar tranquila.

    —Lo sé, por eso mismo Luz —insiste él haciendo un puchero—, además en pocos días empiezo a trabajar en el hotel y no voy a poder librar ninguna en meses.

    —Pero, ¿qué quieres que hagamos?

    —No lo sé, pasar una noche fuera de Madrid o coger el AVE y hacer una escapada a Barcelona, irnos a la playa; lo que quieras, pero algo.

    —Me lo pienso, ¿vale? —le digo más porque deje el temita que porque me esté convenciendo— Pero no te prometo nada.

    Paolo asiente con una sonrisa y supongo que da por hecho que ha ganado la disputa porque en cuanto pongo un pie dentro del portal me coge por la cintura y me besa apasionadamente.

    —Ujum —se escucha un leve carraspeo que hace que me separe de él de forma instantánea.

    Al mirar a mi espalda veo a Ainhoa sentada en el segundo peldaño y frente a ella una caja enorme.

    —Ay, hola, no te había visto. ¿Estás esperando el ascensor? —le pregunto de forma estúpida.

    —Hola Luz —responde con la cara de cabreo a la que me tiene acostumbrada; pero parece que esta vez no va conmigo—; bueno, en realidad estoy pensando cómo llevar esto hasta casa. El repartidor ha visto que no cabía en el ascensor y me lo ha plantado aquí diciéndome que me busque la vida.

    —Nosotros te ayudamos —salta Paolo enseguida, mostrando su faceta caballerosa—, solo dime que no vamos al octavo.

    —Es la nueva vecina de delante—le aclaro para solventar sus dudas.

    —No hace falta, de verdad chicos, no quiero molestaros.

    —¿Y qué vas a pasarte aquí sentada todo el día esperando que milagrosamente levite? —pregunto con cierta incredulidad.

    Ainhoa achina los ojos encajando mal mi comentario y recupera una pose de estirada que me resulta mucho más familiar.

    —Venga chicas, que entre los tres podemos —nos apremia mi amigo, agachándose a coger una de las esquinas.

    Subimos despacio, haciendo malabares para no golpear la caja, hasta que llegamos al rellano número dos.    

    Ainhoa saca las llaves del bolsillo trasero de su pantalón y abre con rapidez para que lo llevemos hasta el salón.

    Observo a mi alrededor con sorpresa, pues la distribución, que debería ser simétrica al nuestro, es totalmente distinta. Los antiguos inquilinos debieron tirar la pared que separaba el salón de la cocina y en su lugar, pusieron una isleta central enorme y preciosa de granito blanco.   

    —Yo te conozco —suelta de repente Paolo señalando una foto colgada sobre el sofá—, eres Ainhoa Arminza.

    Intento ver más de cerca esa fotografía, pero él me lo impide, colocándose frente a mí con la mirada de un niño ilusionado.

    —Luz, es Ainhoa Arminza, la chef del restaurante Deessa que nos estuvo evaluando el año pasado en las prácticas del Hotel Mandarín.

    —Como para no acordarme Paolo, fuiste monotemático un trimestre entero —le digo con cierta burla recordando esa etapa—, pero no le ponía cara.

    —Chicos, sigo aquí delante por si no os habíais dado cuenta —nos interrumpe ella con cierta incomodidad.

    —Lo siento, soy Paolo Romero —se disculpa—. Estudiaba Gastronomía en la Universidad Francisco de Vitoria, me gradué el año pasado y desde que te conocí he seguido tu trabajo, eres una pasada.

    —Vale, nos vamos a ir —lo detengo tratando de que no haga más el ridículo—, ya le ha quedado clarísimo que la admiras y vamos a dejarla tranquila.

    Le cojo del brazo y tiro de él hacia la puerta para marcharnos de una vez y ante eso veo a Ainhoa sonreír divertida.

    —Oye, muchas gracias por la ayuda, no sé cómo lo hubiese hecho si no hubieseis aparecido.

    —Puedes contar con nosotros siempre que lo necesites —contesta Paolo enseguida—, ¿verdad Luz?

    Y ella clava sus ojos en mí con cierto desafío, esperando una respuesta.

    —Eh, sí, sí, claro —contesto más por educación que por ganas.

    Porque se me dan bien las personas en general, pero parece que bastante mal Ainhoa en particular. No acabo de leerla y eso me pone muy nerviosa.

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora