Luisa
Esa noche dormí en el sofá, él me vio sacando la almohada y una cobija y ni siquiera se inmutó.
Me duele el pecho.
Lo amo demasiado, sería capaz de serle infiel, quiero hijos, pero lo amo más a él, y a pesar de lo que dije ayer, no me importaría no tener hijos si tengo que pasar mi vida con él.
Me siento en el sofá con una taza de café. Mirando a la nada. No me gusta estar peleada con Riley. Odio estarlo.
Escucho como sus pasos se aproximan, pero yo no me inmuto.
No tengo más ganas de pelear.
—Luisa...—Siento como se acerca a mí.—Pulgarcita.
Su mano toca mi hombro.
Yo no contesto, no me salen las palabras, siento que si abro la boca, solo saldrán sollozos. Y no quiero.
No quiero que me vea débil.
—Amor, háblame, no soporto tu silencio.—Se pone al frente de mí.
Saca la taza de mis manos y las toma. Acaricia mis nudillos y luego los besa.
Yo agacho la cabeza con la intención de que no vea mis lágrimas.
—Oh no, pulgarcita, mírame.—habla dulcemente pero yo niego.
Él levanta mi cara, haciendo que sus ojos choquen con los míos.
—Llevas días durmiendo acá, no me castigues así—Suplica.
Me trago un sollozo.
No aguanto más.
Me echo a llorar.
—No llores por mí—Limpia mis lágrimas.—Lo siento tanto... desearía que las cosas no fueran así...
Pero lo son.
Lo pienso, pero no lo digo.
No hay peor dolor que estar muriendo un poco cada día.
—Te amo, te amo, nunca lo olvides, solo a ti, pase lo que pase, mi corazón te pertenece...
Son muchas emociones que ahora mismo no puedo asimilarlas, mi cuerpo se empieza a tensar por completo. Me aferro a el mientras mi sistema tiembla.
Me falta el aire, dios sabe que tan desesperante es la falta de aire. Odio esto, soy débil.
Me duele cada fibra de mi ser, duele tanto...
Es como si un calambre se apoderara de mis extremidades.
Es insoportable.
Estoy desesperada por aliento, casi no puedo escuchar la voz de mi esposo que ha estado hablándome todo este tiempo.
—P-pulgarcita... respira conmigo, inhala y exhala eso es... más lento amor, controla tu respiración.
—N-no puedo… —digo entre llantos y tomo una bocada de aire.
—Es un ataque de pánico, tranquila, ya pasará... está todo bien, lo resolveremos, lo prometo—Asiento.
Pero el llanto no disminuye, no lo puedo controlar, no puedo hacerlo, por más que lo desee frenar, mi sistema no me hace caso.
Mi garganta duele, la amargura me hace estremecer, cada vez mi cuerpo tiembla más, y temo lo que pueda suceder si esto sigue.
—Dios, amor, cálmate, vamos respiremos juntos nuevamente—Lo escucho desesperado.
Pero no hay caso.
Me siento inútil.
Él acerca su cara rápidamente a mí y me besa, me roba el poco aliento que tenía.
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Mi amor, traidor
RomanceElla realmente desea ser madre. Pero él no lo desea tanto como ella. Ella no lo quiere presionar demasiado, pero sus deseos de tener una familia numerosa son inmensos... Un día ella por cosas de la vida va a su oficina para darle una ultima oportuni...