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Riley.

Salgo corriendo detrás de ella. No sé que mierda le ha pasado a ese imbécil, pero no tiene derecho a tratarla así, si no fuera por la bebé, el estaría con unos cuantos hematomas en la cara.

—¡Luisa, espera!—Mis palabras la detienen, pero no se da vuelta.

Se queda esperando a que llegue a su lado.

—¿Podemos hablar?—Toco su hombro delicadamente y se estremece.

—Adelante.

Quedamos frente a frente, en sus ojos hay lágrimas nuevas.

Yo mismo casi muero al ver lo devastada que estaba en ese lugar con lo de Louis... quería ayudar, dios sabe que yo quería hacerlo. Pero yo no era el del poder y contactos ahí, ese era Kurt.

—No es de lo que pasó hoy...—empiezo.—Es de lo que pasó con Samanta.

—Riley, tengo muchas cosas en la cabeza como para lidiar con esto.—Responde cansada.

—Por favor, solo escucha, no es una mentira, ni mucho menos una excusa. Es la verdad, mi versión de la historia, la única... me costó tiempo darme cuenta de que fue lo que había pasado pero... dios. Partamos desde el principio.

Le cuento cada detalle de lo que pasó esa noche. Todo.

Desde que llegué al bar esa noche, hasta que desperté al lado de esa asquerosa mujer.
No me olvidé de mencionar de las veces que me quedé sin conciencia cuando estaba ella o como supe que los niños no eran míos... Le comenté de como me acusó falsamente de violación y de como ella y Gabriel se las ingeniaron para joderme la vida. Le expongo todo a ella, cada mínimo detalle. Por muy fuerte o insignificante que sea, se lo digo.
Mis manos sudan, estoy nervioso, ella solo escucha.
No sé cómo se lo está tomando, no sé si me creerá o no, espero que sí...

Su mirada inexpresiva no me dice nada. Y eso me está matando de los nervios.

—Dime algo, Luisa, cualquier cosa.—Añado.

—Entonces ella te...

Trago la repentina amargura que se formó en mi garganta y asiento.

—Riley... ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Tenía miedo.

—¿De qué?

—De que no me creyeras...

—Te creo, dios. Claro que te creo Riley... estuve casada contigo por muchos años y supongo que aprendí a conocerte, te hubiese apoyado, no tenías que pasar por eso solo.—Comenta.

Me cree...

—Dios. Gracias. Gracias. Gracias...—Tomo sus manos y deposito besos en ellas.—No sabes lo aliviado que estoy de contárselo a alguien.

Nos quedamos en silencio, por un buen tiempo. Tengo una pregunta... se que no es el momento pero necesito saber la respuesta.

—Sé que no es el momento... pero en un futuro... ¿tú y yo podríamos?

Ella me interrumpe casi de inmediato.

—No, al menos no en un futuro cercano.—Dice en un susurro y puedo ver como sus ojos se llenan de lágrimas.—Nunca pensé que podría tener sentimientos tan intensos por dos hombres a la vez... pero no podemos volver. No se puede. Te quiero pero...

—¿Lo eliges a él, No?—digo con amargura.

Ella niega.

—Me elijo a mí. Elijo a mi hija... no es seguro estar ni con él ni contigo. Elijo mi seguridad, nuestra seguridad.—Se limpia una lágrima.—El amor que siento por mi hija es mucho más grande que el que siento por ustedes... lo siento. Pero mi hija merece ser feliz, y tener una vida normal. Y por ahora con tus temas legales eso sería imposible.

—Luisa...

—De verdad lo siento. Pero necesito estar sola, necesito seguridad, quiero estar en mi casa sin miedos de que entren a llevarme o que alguna loca quiera dañarme a mi hija y a mí.

—¿Y qué hay de ti? Hasta ahora solamente escucho hablar sobre la felicidad de tu hija... lo que le conviene a ella. ¿Acaso la tuya no importa?

—Riley.

—Yo las podría mantener a salvo. Sé que lo haré. Puedo mantener a salvo a las mujeres que amo. Podría hacerlas felices. Sabes que si.—Comento con un poco de desespero cubriendo mi voz.

Ella no sabe la falta que me hace.

—No hables en plural, ella ya tiene su padre, no necesita otro. Por lo que sé, apenas te sabes su nombre.

—Te amo a ti, Luisa, y esa niña es tu copia, es imposible no amarla. Déjame protegerlas... lo haré. He estado pendiente de ustedes cada día desde que pasé profugo. Las quiero, a las dos.

—¿Así como protegieron a Louis?—suelta en un sollozo.

Sus palabras me dejan sin saber qué decir.

Mierda.

—Yo... lo siento, sé que debo parecer fastidiosa pero me duele. Me duele mucho Riley...—Se derrumba completamente.—No sé que voy a hacer sin él...—Susurra.

Sus lágrimas se transforman en mías y me encuentro llorando igual que ella.

Entiendo ese sentimiento. Es lo mismo que sentí cuando la perdí... Cuando firmó el divorcio y se fue de casa.

Nota: ¿Que les parecio?

Pobre Luisa...

Fallas por arreglar.

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora