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Riley

Dejo al bebé en el coche, es adorable. Tiene mis mismos ojos.

No puedo evitar imaginarme como serian mis hijos con la mujer que amo, ¿cómo sería una mini Luisa?

Igual de bella que su madre seguramente.

Tocan la puerta de mi oficina. Me giro por completo y veo a mi asistente, me mira y veo que está ¿Asustada?

—¿Qué ha pasado?—pregunto intrigado.

—L-la señora Luisa...—Ese nombre capta mi atención.

—C-continua.—ordeno.

—Acaba de irse muy afectada de aquí... yo la seguí hasta el estacionamiento por qué estaba muy mal, le dije que parara y que podía llamarle un taxi, pero no me escucho...—se sienta frente de mi— se fue y casi choca al salir.—Dice temerosa.—Me preocupa.

Me estremezco.

Me estaba preparando para esto, pero no tenía que pasar tan pronto, tenía que... dios tenía que al menos acariciarla una última vez.

El dolor invade mi pecho, no puedo evitarlo, pero las lágrimas aparecen y no se detienen.

—Samanta déjame solo.—Le digo a la mujer que trajo a los niños.—Llevátelos.

Le ordeno y ella sale en silencio.

Mi asistente se queda.

Me mira con pesar.

—¿Estaba...?—me intento tragar el amargo nudo de mi garganta.—¿Estaba muy mal?

—Señor... ella parecía —detiene sus palabras— Dios casi se cae al bajar las escaleras, se estaba pellizcando las manos y parecía no escuchar nada ni nadie, estaba en medio de una crisis.—Explica y puedo distinguir lástima en su voz.

Mierda, una de sus crisis...

No. Joder...

—Ojalá no le pase nada en el camino...—añade mi asistente.

—¡NO DIGAS ESTUPIDECES!—golpeo la mesa alterado, esperando lo mismo que ella.

Me mataría si algo le pasa.

Estoy asustado.

Si a mi mujer le llega a pasar algo, el único culpable seré yo.

—E-ella llegará bien... —susurro intentando de convencerme de eso.

Mierda.

Tengo que volver a casa, tengo que hablar con ella.

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora