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Luisa.

Maldito sea Riley.

¿Quién se cree para decirme que debo ponerme?

Terminamos hace cinco años, cinco años sin saber algo de él y ahora que estoy feliz y en paz, aparece a arruinar eso.

Dios.

Es un imbécil. Se esconde detrás de cuentas falsas como un cobarde.

Cierro los ojos controlando mi respiración...

Louis va a mi lado y ya estamos cerca de la fiesta, no vale la pena amargar esta fiesta por Riley.

Tengo que disfrutarla.

Será mi última fiesta, una última fiesta antes de convertirme en lo que siempre he querido.

Madre.

Es hora de parar de divertirse.

Ya me he divertido mucho y el tiempo pasa rápido. No pienso perder la oportunidad de ser madre.

Hace años no adopte, porque no estaba lista, no después de lo que pasó con Riley, y no iba a ser madre de un niño mientras no estaba estable mentalmente.

Pero ahora lo estoy.

Ya es hora.

Louis no sabe que es nuestra última fiesta juntos. Pero no se lo diré, porque puede que no funcione.

Tengo planeado algo...

Podría encontrar a algún tipo guapo, pasar la noche con él y... bueno, es nuestra última noche acá, hay que disfrutarlo, seguramente el sujeto ni me recordará al día siguiente. Y si todo va bien, seré la mujer más feliz en nueve meses...

Siento que esto es algo malo, algo incorrecto, no el hecho de quedarme embarazada, sino en no avisarle lo que planeo.

Bueno, conociendo a los hombres, es obvio que no querrá ser padre.

Me bajo del taxi decidida.

Todos los hombres quieren algo de una mujer... Llevarlas a la cama. Esta vez yo también usaré.

Una noche, y el tipo jamás se enterará de mi existencia o del futuro bebé.

Puedo criar a un niño sola, estoy segura de que si, aunque me incomoda que no tengan figura paterna, pero estoy segura de que podré darle mucho amor.

Louis me va comentando algo, pero no le presto mucha atención.

Estoy emocionada.

Logramos pasar sin ningún problema, el ambiente está un poco alborotado.

—Bien, suerte, y... recuerda llegamos juntos y nos vamos así, si te pasa algo me avisas ¿está claro?

—Que si, hombre por dios—Ruedo los ojos.—Diviértete.

—Cuídate tu enana, que no te pisen por ahí—hace un gesto con la mano y se escabulle entre la gente.

Me quedo parada mirado, es una última vez, y se siente bien que así lo sea, ya tuve mucho de esto.

Siento como unas manos me tocan la espalda.

Sobresaltada me giro rápido.

Veo a un tipo alto que me mira de arriba abajo.

Dios.

Que susto.

Coloco la mano en mi pecho sintiendo lo rápido que late mi corazón.

—¿Gusta bailar?—pregunta sin siquiera decir hola.

—Mmm no, no me gusta esta canción.—Agrego diciendo la verdad.

La canción que está sonando era mi favorita desde cuando estaba con Riley.

Y bueno, ahora odio esa canción.

—Está bien, tomemos algo.—Toma mi mano y me empieza a tirar hacia la barra.

—No, no quiero beber nada gracias—digo intentando zafarme de su agarre.—Oye... no sé que quieres, pero suéltame me lastimas.

Pasamos entre la gente, y no logro soltarme.

Dios.

—Oye ya, ¡suéltame!—Grito, pero me ignora, jodido idiota.

Este idiota está loco.

Dios.

—Amigo, la chica te dijo que la soltaras.—Una voz me paraliza, y al parecer al tipo también.

Levanto la mirada y veo a un hombre que hace que mis piernas se derritan.

Él me ve fijamente y luego al tipo.

Este aún no me ha soltado, pero aflojó su agarre, aprovecho eso y tiro mi mano, así liberándome de su agarre.

—¿Estás bien?—Pregunta el hombre guapo, y yo solo asiento embobada.—Espérame aquí, este tipo y yo tendremos una pequeña charla.

Habla antes de llevarse al tipo desde el cuello de la camisa.

Me río ante la cara del idiota cuando vio a ese hombre.

Es muy grande, podría aplastarnos a mí y a el juntos sin hacer un mayor esfuerzo.

(...)

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora