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Riley

Decidí salir de la casa.

Necesito pensar.

Procesar todo...

Jamás creí que una persona pudiera ser tan... así como lo es Samanta. Es una maldita perra. No suelo decirle así a ninguna mujer, pero ella se lo merece.

Me aferro al volante con lágrimas en los ojos. Y no sé si son de tristeza, rabia... impotencia.

No lo sé.

No me gusta esto, antes era de los hombres que creía que la violación aplicaba solo a las mujeres...

Era estúpido, y estaba tan equivocado.

Muy equivocado. Y me hubiera gustado darme cuenta de otra manera, no tenía por qué vivirlo en carne y hueso.

Estaciono el auto y veo hacia fuera, no me di cuenta cuando llegué a la casa de Gabriel...

Este hijo de puta tiene mucho que decirme.

Todo lo que me pasó es mi culpa, de eso estaba convencido pero... No. Es su jodida culpa.

Yo no pedí ser violado, él hizo todo. Por su culpa estoy así ahora.

Por él perdí todo.

Mi mujer. Mi tranquilidad.

Mi futuro. Mi comodidad...

No hay manera de que me sienta cómodo en mi cuerpo, me siento usado, asqueado.

¿Y ya dije que me siento jodidamente usado?

Es como si fuera un maldito juguete. Y odio sentirme así.

Me bajo cerrando de golpe la puerta, dejando un eco en el silencio. Dando pasos largos llego hasta la puerta, cuando toco la puerta puedo oír unos pasos al interior de la casa.

Espero impacientemente hasta que por fin la maldita puerta se abre.

Puedo ver a su mucama. Es una señora, una vieja. 

Ella me mira con una sonrisa.

—Hola señor, ¿Se le ofrece algo?

—Quiero hablar con Gabriel.—Exijo.

Me encantaría meterme a la fuerza y exigirle a golpes a ese cabrón la razón por la que me drogó, pero me contengo. Guardaré energía para después.

Ella abre la boca para hablar, pero la cierra de golpe cuando la voz de Gabriel le ordena que me deje entrar.

Ella se hace a un lado, y me deja entrar.

Al entrar veo como su casa ha cambiado. Ahora las paredes, que antes tenían cuadros de mujeres desnudas, están tapizadas de fotos de bebés...

¿Qué mierda?
Este hijo de puta tiene una foto de mi hijo...

Es el primo de Samanta, pero, jamás se presentó para verla, o ver a los niños.

Al menos no cuando yo estaba presente.

Nota: Huelo la pelea jaja o tal vez no pasará nada, ¿Quien sabe?

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora