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Luisa

Otro día más de negro.

Quizás no lo nota, pero es el duelo de nuestro matrimonio muerto.

Pasan noches y noches que él no llega, a veces solo se viene a cambiar ropa y se va.

Lo sé por las cámaras, porque mi trabajo es lo único que me mantiene ocupada del caos de mi vida.

Por eso trabajo hasta las últimas horas de las noches, y si no tengo clientes, me las ingenio para reorganizar todo lo de mi sala de consultas, esterilizar una y otra vez las herramientas hasta que se hace de noche.

Hice algo que me va a doler demasiado aceptarlo, pero es necesario.

Es hora de avanzar.

Merezco algo mejor, lo sigo amando, pero él ya no a mí.

Lo noto en sus actitudes escasas.

Lo noto porque cuando me ve, una vez a las quinientas, ya no siente nada por mí, lo veo en sus ojos.

Y no es justo para el estar con una mujer que no ama, y no es justo para mí estar con un hombre que no me ama.

Guardo los papeles del divorcio, dispuesta a darle una última oportunidad, para decidirme si estoy haciendo lo correcto.

Voy a su oficina, no me gustaba venir acá, lo encontraba tedioso, pero ahora puedo ver porque siempre le ha gustado estar acá, todos están bajo su control, siempre le ha gustado el control. Se vuelve loco si no tiene el control de algo.

Así era mi esposo, al menos al que yo conocía.

La asistente duda en dejarme entrar, pero le insisto tanto, que me deja entrar, no hago ruido ni al abrir la puerta, él está de espaldas, veo como una mujer de  cabello color castaño está a su lado. Ambos dándome la espalda.

Escucho como habla con alguien, pero no es la mujer...

Me niego a moverme, no quiero que me escuchen.

Veo como él alza los brazos con un bebé...

Se me va la respiración cuando habla.

—Hola hermoso—Dice en un tono muy amable—Yo soy tu papá, ¿me ves? Nos parecemos bastante muchacho.—lo baja y escucho como le da un beso.

Mis piernas flaquean ante la incredulidad.

—Papá te va a amar mucho, a ti y a tu hermanito que viene en camino...

Mi respiración se va. No lo puedo creer.

Mi esposo.

La persona que más amo en el mundo, tiene otra mujer, otra familia, otros hijos...

Hijos que jamás fue capaz de darme a mí. Claramente, jamás me amó como para dármelos.

Con el corazón completamente destruido salgo tragándome el llanto.

Ya lo sabía.

Me negaba a creerlo, pero hace mucho sabia que nuestro matrimonio estaba roto.

Es solo que no me esperaba esto, no esperaba que mi vida con el haya sido una completa farsa.

Fui la segunda mujer todo em tiempo, quizá me dio un anillo, pero era únicamente para marcarme como suya, para que su jueguito no me aburriera... Mientras el vivía otra vida con otra mujer e hijos.

Lo amo, por eso duele, pero lo odio al mismo tiempo, me retuvo tanto tiempo, me engañó por tantos años, en esos años yo ya podría haber logrado tener los hijos que tanto he deseado.

Años tirados a la basura.

Ya entiendo por qué nunca quiso darme hijos, nunca me amó...

Y nunca fui más que un juguete para él.

Dios, casi tiro a la basura mi sueño de ser madre... por él.

Llego con mis manos temblando al estacionamiento Saco las llaves de mi bolso. Me voy.

Pero no sin antes sacar mis cosas y mandar esos jodidos papeles.

Estuve en duelo por un matrimonio que nunca fue real para él.

Que patética soy.

A punto de un ataque de angustia conduzco a toda velocidad, con el afan de acabar con todo lo más rapido posible.

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora