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Luisa.

Me mudé a casa de mis padres, me hubiese encantado cambiar de país, incluso de planeta. Pero no pude.

Acá está mi trabajo, mis padres, acá esta mi vida hecha, y por muy roto que tenga el corazón no puedo abandonarlos.

En las noches me vienen los buenos recuerdos del matrimonio, esos momentos donde no sabía que él me mentía.

Es cierto el dicho: a veces es mejor vivir él la ignorancia.

Pero la verdad no creo que una persona viva para siempre en la ignorancia, siempre la verdad sale a la luz, por muy oculta que esté.

Mentiría si dijera que no me partió el alma recibir los papeles firmados, porque lo hizo, y por mucho rencor que tengo, me hubiese gustado que todo fuera diferente.

Pero no lo es.

Por una parte, lo agradezco.

Ahora sé que tengo la oportunidad de ser madre, ya sea adoptando o conociendo a alguien más.

Tengo la esperanza de que cada día todo esto vaya doliendo menos.

Ahora mismo me encuentro en mi trabajo. Me queda solo un paciente. Se supone que es el último.

Tocan la puerta. Indico que pase mientras relleno unos papeles.

—Hola, buenas tardes, señora Luisa.—entra mi último paciente.

Levanto la mirada y me encuentro con unos ojos verdes que me inspeccionan, estos ojos le pertenecen a un tipo pálido con expresiones marcadas, puedo ver que tiene un par de pecas...

—Señorita... Por favor—lo corrijo— no hay anillo en mi dedo.—Muestro mi mano, que antes tenía uno.

Ya no hay anillo... ya no más.

—Lo siento... creí que estaba casada, digo porque es muy bonita, no lo digo con intención de parecer acosador, solo pienso que... oh dios, ¿hablo mucho, verdad?—Dice y agacha la cabeza avergonzado.

Sonrío ante su comportamiento. Es adorable.

—Está bien, antes lo estaba, pero... ya no más.—contesto intentando el leve dolor de mi pecho.

—y bueno... ¿Eres Louis cierto?—cambio de tema mientras ojeo el nombre de la consulta.

—Ese soy yo.—Me dedica una sonrisa

—Te estaba esperando.—añado indicándole el asiento.—Toma asiento... por favor.

Hablo y por primera vez en mucho tiempo, me siento nerviosa con un paciente.

Tal vez el tema del si soy señora o señorita tocó un nervio en mi...

Riley.

Cuando envié esos papeles quedé totalmente devastado.

El tiempo ha pasado demasiado rápido.

Mi hijo que venía en camino ya nació, ya han pasado jodidamente nueve meses...

Lo único bueno de mi vida ahora son mis hijos, hice caso a su nota, y soy un padre presente.

Quiero a mis hijos pero no a la madre de ellos. Me condené a mi mismo a una vida infeliz.

La pienso cada día, no hay día que salga de mi mente. He soñado con devolver el tiempo, y volver a esa maldita noche, si no hubiese consumido mierdas, no estaría acá ahora, al lado de una mujer que no quiero, con unos hijos hermosos, pero no son del amor de mi vida.

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora