5

8.4K 430 4
                                    

Luisa

Pasó una semana, y nuestra comunicación no ha sido la mejor.

Estoy cansada de esto.

Ya casi no nos vemos, no hablamos, no comemos juntos.

Dejamos de hacer lo que tanto nos gustaba hacer juntos.

Me siento más abandonada que nunca, hemos puesto una distancia inquebrantable. Y me desespera.

Por eso hoy decidí que voy a arreglar eso.

Me coloqué un conjunto de lencería nuevo, lo fui a comprar hoy, espero que le guste.

No quiero dejar morir nuestro matrimonio, aún lo amo, y sé que aún me debe amar, solo es algo que pasan todos los matrimonios, lo superaremos.

Son las once de la noche y aún no llega, no me ha avisado que no llegará, así que lo espero...

Cuando por fin la puerta suena, me preparo, me quito la bata y quedo en pura lencería.

Esperando a que sus pasos se dirijan acá me gano detrás de la puerta, para recibirlo.

Pero me llevo una gran desilusión cuando escucho como se abre y se cierra la habitación de invitados.

Un balde de agua fría me cae haciéndome ver la triste realidad de un matrimonio roto.

Recojo la bata y me la coloco.

Tomo mi celular y le escribo:

Yo ya me acosté, cuando llegues ve que no le falte el agua a bella.

Pongo de escusa a nuestra mascota para hablarle y así ver si me dice algo.

Pero solo me responde:

Está bien, hasta mañana Luisa.

Se desconecta al instante.

Si antes estaba dolida, ahora lo estoy aún más.

Ya no me llama pulgarcita. Ya no hay más apodos cariñosos...

Ya no somos especiales. Y se siente jodidamente doloroso estar viviendo el duelo de una relación que aún no termina.

Me duermo con el nudo amargo en mi garganta.

Mi amor, traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora