Capítulo 45

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Jeongin lo mira desde arriba, con los labios entreabiertos y con las manos apoyadas sobre el pecho de Hyunjin, usándolo como apoyo para montarlo con intensidad.

Echa su cabeza hacia atrás, moviendo sus caderas con una sonrisa socarrona en sus labios, los gemidos de Hyunjin siendo música para sus oídos. Todo se siente tan bien, tan profundo que sin duda alguna lo sentirá por días. Se sentirá lleno de miles de formas, cada que use sus dedos para acariciarse extrañará ese pene dentro de él, satisfaciéndolo como ningún otro.

Los dedos de Hyunjin se entierran en la piel de sus caderas, ayudándolo con los movimientos mientras que esos ojos feroces están en su rostro. Parecen observar cada gota, cada respiro, analizar cada pensamiento que se cruza por su mente hasta el punto en que se queda seco, que se llega a lo imposible, y eso sólo lo excita más.

La fuerza de las embestidas aumenta hasta que se hacen salvajes, casi imposibles de soportar. Con el celo adueñándose cada vez más de su cuerpo, y sintiendo a Hyunjin en su interior sin ningún tipo de protección, todo es demasiado y se corre en menos de lo que se espera. Pero Hyunjin no se detiene, por supuesto: él sigue follándolo con toda la intensidad que posee, con sus dedos dejando marcas rojas en las caderas de Jeongin, todo mientras lame sus pezones o le muerde todo aquello que tiene a su alcance.

—Te ves precioso cuando te corres— Hyunjin le susurra en su oído cuando lo obliga a recostarse en su pecho, las estocadas aún presentes —No sabes cuánto —

Las palabras se las dice en su oído, y Jeongin apenas tiene tiempo de reaccionar cuando ya se siente más que satisfecho, al menos por esos minutos. Después Hyunjin saca su pene de su interior, echa a Jeongin sobre el sillón y él gime con todo el descaro del mundo, disfrutando en exceso cuando Hyunjin se corre sobre su estómago, sobre su pecho, en su miembro ya flácido pero que en cualquier momento volverá a levantarse del placer.

Jeongin lo mira directo a los ojos cuando toma un poco del semen de Hyunjin y lo esparce más sobre su piel. Lo escucha gruñir, lo ve temblar, y en menos de diez segundos Hyunjin ya está lamiéndolo del cuello, de sus pezones, de todas las partes en donde puede tocar.

Después se recuerda a sí mismo que no usaron condón y ah, maldición. Por suerte tiene una que otra pastilla por ahí.

Hyunjin lo folla en los días restantes del celo con todo lo que puede.

En diferentes posiciones, en cada lugar posible del departamento, de las formas e intensidades que Jeongin jamás había vivido, todo gracias a un solo hombre. A un solo alfa, alguien que lo satisface de forma descomunal hasta el punto en que él, que presume de su gran fuerza, le cuesta continuar.

Se deja hacer y deshacer al antojo de Hyunjin, pero a cambio de ello él también lo hace sucumbir a su propio placer. Lo pone a su merced, a su propia palabra y orden, todo para que al final Hyunjin termine follándolo como un animal, como alguien salvaje, aquél que quiere marcarlo de todas las formas posibles.

Todo se siente tan bien que sus piernas jamás dejan de temblar.

Sólo duermen y comen lo necesario, pero después vuelven a tocarse como posesos, a besarse mientras se dejan cegar por la lujuria y el deseo, con las feromonas del celo enloqueciéndolos a más no poder.

El miembro de Hyunjin golpea por milésima vez en su próstata, sus manos posesivas paseándose por todo su cuerpo, incapaz de quedarse quietas en ningún instante.

Escucha el gruñido en su oído, y Jeongin está tan húmedo que incluso el miembro entrando y saliendo de su interior, follándolo como nadie más puede, sale de su interior de vez en cuando, deslizándose por las mejillas de su trasero. Él, cegado por el placer, cierra los ojos cada que Hyunjin lo toma de las caderas para mantenerlo ahí, justo ahí, y penetrarlo con más intensidad de la que jamás creyó posible.

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