Capítulo 04

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-No puedo más, Elena. Me tiene de un lado a otro. Me pide cosas IMPOSIBLES. ¿Cómo voy a recordar lo que vio en una vitrina ¿LA SEMANA PASADA? No es como si me lo comunicara. -Intentó imitar a su jefa con un tono más tranquilo que contradecía todo lo que estaba sintiendo en su interior-. "E-lia-na esa cartera me gusta. Recuérdalo" O algo parecido. Cualquier cosa. ¡Ni siquiera recuerdo haber visto una vitrina! -exclamó exaltada, alzando los brazos al cielo.

-Creo que mamá está enojada -murmuró Izzy, sentada sobre los muslos de su tía. Noah, que estaba tirado en el suelo, se rio sin dejar de jugar con sus dinosaurios.

Elena no sabía qué decir. Pocas veces en su vida ha visto a su hermana tan alterada y tan corta de paciencia. Constance la estaba poniendo a prueba y aunque habían pasado dos meses, parecía que la prueba inicial aún no había terminado.

-No sé qué voy a hacer. Sarah se fue y sí, está en el mismo edificio y tengo su número de contacto, pero ya me advirtió que solo es para casos de emergencia. Esto es una emergencia ¿verdad?

Elena se quedó boquiabierta.

-Tu mamá no está... Solo está un poco cansada, cariño -le susurró a la niña.

-Tienes que descansar, mamá.

-¿Cuál es la emergencia, Ella? -preguntó Elena, intentando mantener un tono calmado.

-¿Cuál es la emergencia? ¡Que me está volviendo loca! Esa es la emergencia.

-Entonces renuncia.

Aquellas palabras detuvieron en seco a Ella, como si fuera un juguete al que le sacaron las baterías de repente.

-No puedo renunciar. Sabes que no puedo. Sarah pudo hacerlo por dos años y ahora está en el trabajo que siempre quiso. Yo puedo hacer lo mismo -dijo aquellas palabras con la mirada perdida en la ventana de la cocina, como si estuviera intentando convencerse a sí misma de sus propias palabras.

-Sé que puedes, hermanita.

Ese día llovía a mares y no podía ser peor en cada aspecto posible. En una mano llevaba el portavasos con un café para ella y uno para Constance, y con la otra sostenía la pequeña mano de su hija. Estaba segura de que terminaría desempleada, pero no le había quedado otra opción.

-Quédate aquí, Izzy -pidió en voz baja y buscó en la última gaveta de su escritorio uno de los libros de dibujar y las crayolas que había comprado para que Maura se entretuviera cuando venía a la oficina. Habían sido pocas veces hasta ahora, pero Constance pareció complacida con su decisión cuando la pequeña Maura se quedó garabateando tranquila-. Dame un momento, cariño -le pidió al niño que no dejaba de mirarla, haciendo pucheros. Ella rebuscó en su bolso, sacando uno de sus dinosaurios preferidos-. Quédate sentado aquí con tu hermana. -Ya el niño se había sentado en el suelo, igual de entretenido que su hermana.

Izzy asintió de forma ausente mientras agarraba las crayolas y abría el cuaderno con varias hojas ya rayadas con color. Izzy parecía estar incómoda en su silla ya que apenas podía alcanzar a poner los codos sobre el escritorio. Ella se acercó y alzó la silla, sonriendo para sus adentros cuando su hija sonrió sin apartar la mirada de la página que había encontrado con una mariposa sin colorear.

-Amores, iré a la oficina a dejar este café y luego tengo que ir allí. -Señaló el otro extremo del piso donde se encontraba la máquina de fax-. No me tomará más de tres minutos. No se muevan de aquí ¿Sí?

-Sí, mamá -contestaron los dos en unísono.

-Bien. -Ella besó la corona del cabello rubio de los dos, y dejó su café sobre el escritorio antes de tirar el portavasos para solo dejar el vaso con el café ardiente de Constance donde siempre. Al salir de la oficina de su jefa, sonrió al ver que su hija había comenzado a dibujar y estaba totalmente absorta en aquella tarea.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora