Capítulo 41

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—Ya casi llegamos.

Constance abrió los ojos y sintió que su corazón se aceleró repentinamente. Aldo la había recibido en el aeropuerto y luego condujo hasta la casa de la abuela paterna de Maura para que se quedara el fin de semana con ella. Era lo justo, después de todo, no la había visto en un año y no pasaría Navidad ni el fin de año con ella.

—Es bueno tenerte de vuelta, Constance. —Se atrevió a comentar el chofer, que hasta el momento solo había charlado con Maura y escuchado las historias de la niña.

Sus miradas se encontraron en el retrovisor y los hombros de Aldo se relajaron visiblemente al notar la leve sonrisa en los labios de su jefa.

—Se siente bien estar de regreso.

El auto se detuvo y el hombre la ayudó a bajar y le entregó la maleta de mano.

—¿Necesita algo más?

—Puedes ir a casa, Aldo. Gracias por todo.

El hombre pareció sorprendido por un instante, pero asintió y subió en el auto.

Los nervios de Constance la mantuvieron paralizada en el lugar por varios segundos antes de poder mover una pierna seguida por la otra hasta llegar a la puerta principal. Buscó en su bolso el llavero con el tiburón, arrugando el ceño al no encontrarlo. ¿Acaso Maura había agarrado las llaves o ella las había guardado en la maleta?

Constance tocó el timbre, sorprendiéndose de que sonara. Por fin, alguien se dignó a arreglarlo.

—No pensé que regresaras tan— ¿Constance? ¡Oh, Dios mío! ¡Constance!

A Constance apenas le dio tiempo a reaccionar antes de sentir brazos alrededor de sus hombros, siendo brevemente abrazada.

—Elena —saludó con una sonrisa.

—¡Estás aquí! No lo puedo creer. Pasa, pasa. No sabía que vendrías.

—Estaba supuesto a ser una sorpresa —dijo y miró hacia las escaleras y la cocina, como si estuviera buscando a alguien—. Estás reluciente. ¿Cuánto tiempo? —Preguntó mirando el vientre de la mujer.

—Unas 22 semanas, pero quién está contando, pff.

Elena sonrió para sus adentros cuando la mujer volvió a mirar hacia la cocina, mordiéndose el labio inferior.

—¿Y Maura?

—Con la abuela hasta el día antes de Navidad. ¿Y los niños?

—Con su padre hasta el día antes de Navidad también. Parece que ustedes dos piensan igual, eh. —Se aclaró la garganta cuando Constance le lanzó una mirada inquisidora—. Tengo entendido que el trato que Ella hizo con Oliver es que los niños pasarían la mayor parte de las vacaciones con él, con la condición de que se quedarían con ella por Navidad y Nochevieja. Ella no está aquí.

—Oh... —Ahí va mi sorpresa, pensó—. Nunca se me ha dado muy bien las sorpresas —confesó mientras se servía un vaso de agua. Las cosas estaban igual en casa; todo en el mismo lugar como si el tiempo no hubiera pasado. Las tazas estaban en la misma esquina, la cafetera era la misma e incluso la cantidad y el orden de las frutas en la canasta en el centro de la isla de la cocina era idéntico a como recordaba. Obra de Talia, sin dudas.

—¿Esperabas a alguien más?

—Oh, no, pensé que eras Ella. Me dijo que podría regresar hoy o mañana.

—Ah.

Elena mantuvo la mirada sobre la mujer con el maquillaje inmaculado que no hacía mucho por ocultar el cansancio y la decepción que parecía estar sintiendo en ese instante. Elena le dio un minuto, esperando a ver si Constance preguntaba por el paradero de su hermana.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora