Capítulo 39

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Su reloj interno hizo que abriera los ojos tan temprano que los rayos de sol apenas se asomaban. Con el tiempo, se dio cuenta de lo ligero que era el sueño de Ella (Elena le había asegurado que no era así antes y solo había evolucionado para sobrevivir a las demandas de su jefa —ella—, para estar disponible a cualquier hora), así que se contuvo de tocarla. Quería que descansara; apenas se habían quedado dormidas un par de horas antes.

Constance apoyó la mejilla en la palma de la mano mientras contemplaba el rostro de la mujer que, unas horas atrás, la había hecho sentir tantas cosas que, si tuviera que hablar, no se sorprendería de estar afónica.

Varios de sus músculos estaban adoloridos, y su entrepierna se sentía un poco sensible, lo cual no le extrañaba. De solo recordar varios momentos de la noche anterior hizo que respirara profundamente y se relamiera los labios. Su mirada descendió del rostro de Ella hasta el subir y bajar del pecho apenas cubierto con la sábana.

—Mmmm.

Los ojos de Constance volvieron de inmediato al rostro de la mujer, encontrándose con ojos azules claros, apenas entreabiertos, mirándola.

—Buenos días —susurró Ella somnolienta, sonriendo.

Esa sonrisa. Pensó, intentando recordar la primera instancia que la hizo sentir un aleteo de mariposas en su estómago.

—Aún es temprano, cariño. Sigue durmiendo. —Constance arqueó una ceja cuando la respuesta inmediata de Ella fue ensanchar la sonrisa y acercarse para rodear su cintura con un brazo.

Cariño. Me gusta cuando me llamas así —confesó, escondiendo el rostro entre pechos desnudos.

Constance suspiró y con la mano izquierda peinó el cabello sedoso de Ella por varios minutos, pensando que se había quedado dormida otra vez.

—Ella, ¿qué pasa? —preguntó con un tono preocupado al sentir una humedad en su piel, y movió la mano hasta la barbilla de Ella para que inclinara la cabeza y la mirara a los ojos— ¿por qué lloras? —preguntó en un susurro, desconcertada.

—No puedo hacer esto, Const—

—¿Qué? —interrumpió, sintiendo cómo su corazón se detuvo por un instante.

—Déjame terminar... esto, no quiero que sea de solo una noche. Sé que debí decírtelo ayer, dejarlo claro antes de besarte, que me besaras, pero estaba muy distraída... distraes mucho... Y si esto para ti es cosa de una vez, entonces yo—hmmm

Constance la besó hasta dejarla sin aliento, y eso pareció funcionar para callarla con éxito.

—No sé si deba preocuparme de encontrar tu divagar... adorable —dijo con una expresión pensativa. Con su mano libre acarició la mejilla de Ella, secando las lágrimas—. No es cosa de una sola noche para mí, Ella. Pensé que era obvio, pero también sé que no soy la mejor con la comunicación... me comprometo a intentar comunicar lo que siento y deseo.

—¿Qué estamos haciendo?

La pregunta sorprendió a Constance. Por alguna razón, antes de la noche anterior, temía ser ella la que tendría miles de dudas e inseguridades al respecto de las dos, pero después de la noche que habían pasado, todo estaba muy claro.

Parecía ser todo lo contrario para su Eliana.

—No tengo idea —confesó con sinceridad—. Solo sé que no me he sentido tan feliz y a gusto en mucho, mucho tiempo. Me hiciste sentir tan am—querida anoche que estoy completamente segura de que cualquier cosa que sea esto, estaremos bien.

—¿A largo plazo entonces? —preguntó con un asomo de una sonrisilla, y Constance le ofreció una de sus sonrisas más sinceras.

—Todo el tiempo que me quieras tener —aseguró, sellando su promesa con un beso, gimiendo  cuando Ella profundizó el beso al moverse, colocándose entre sus piernas.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora