Capítulo 11

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-Los niños pueden sentarse allí -dijo el abogado, señalando las sillas frente a su escritorio para que las mujeres tomaran asiento.

-No sé por qué estoy aquí -murmuró Ella entre dientes, y su hermana la miró de reojo.

-Era el deseo de sus padres -comentó el abogado.

-Nuestros padres dieron a Ella por muerta hace años -intervino Elena, dejando a Ella con la palabra en la boca.

El abogado las miró a ambas durante varios segundos antes de asentir y aclararse la garganta. Abrió una carpeta que tenía sobre el escritorio y comenzó a leer los documentos, o más bien, el testamento de sus padres.

Elena estaba llorando y Ella no entendía por qué. Bueno, en realidad sí lo sabía, pero aún no podía creer lo que estaba escuchando. Habían regresado hace poco del funeral y todo estaba sucediendo demasiado rápido.

-Doce.

-¿Qué? ¿Doce qué? -preguntó Elena, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

-Doce millones. Cinco para Elena Quinn, cinco para Eliana Quinn. -El abogado hizo una breve pausa antes de continuar-. Y dos millones para Noah McCarthy Quinn y Amelia Isabel McCarthy Quinn dos millones estarán en un fideicomiso para cubrir los gastos educativos y tendrán acceso total una vez que cumplan los veinte años. La casa de la playa en Boca de Ratón queda a nombre de Elena Quinn, y la casa de la playa en Nueva York a nombre de Eliana Quinn. Según los deseos de sus padres, la casa en la que vivían será vendida, al igual que todo su contenido, excepto los cuadros de la colección de Omar y Amelia Quinn -miró a Eliana-. El señor Quinn dejó instrucciones específicas para usted, Ella: deseó que te quedes con cualquier obra de arte que desees, y si no las quieres, deberás donarlas a cualquier museo de tu elección. Las ganancias de los artículos vendidos y de la casa se destinarán a varios programas de asistencia para madres solteras.

-Tiene que ser un error. Esto debe ser una broma -dijo Ella indignada, negando con la cabeza-. Mis padres me dieron la espalda cuando más los necesitaba. Me dejaron en la calle con dos niños y ni un centavo ¿Por qué me dejarían millones en su testamento? ¿Por qué harían todo eso?

-No hay error. El testamento fue preparado hace menos de un año por mí, en presencia de sus padres. No puedo explicarles qué estaban pensando o por qué tomaron esta decisión, pero puedo asegurarles que era lo que deseaban.

-Tener la conciencia limpia -susurró Elena.

-No puedo hacer esto. Necesito... Necesito irme de aquí. -se puso de pie, apretando la mandíbula con fuerza cuando su labio inferior tembló involuntariamente. Su hermana la miró con comprensión y asintió levemente.

-Yo me ocupo del resto -aseguró Elena.

-Izzy, Noah, vamos...

-Déjalos conmigo -pidió su hermana, y Ella la miró insegura-. Te vendrá bien un tiempo a solas.

Aquel no era un buen comienzo de semana para Constance Isles. El espacio que habían reservado para una sesión de fotos estaba indisponible debido a un incendio, y tendrían que hacer todo lo posible para encontrar otro lugar adecuado en menos de veinticuatro horas. Aunque no estaba demasiado preocupada. Sus empleados eran competentes -por mucho que ella se quejara- y habían logrado cosas más improbables en menos tiempo.

Sin embargo, lo que más la desconcertó aquella mañana fue la ausencia del café que siempre encontraba esperándola en la esquina de su escritorio. Nunca faltaba, al menos no en los últimos meses.

"Eliana está ausente" -Fueron las palabras que Eliana 2.0 había logrado decir antes de ser excusada de la oficina de inmediato.

Y ahora, horas después, sentada al final de la mesa y fingiendo que prestaba una fracción de atención a la reunión y lo que estaban diciendo, no podía dejar de pensar en su asistente.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora