A medida que bajaba las escaleras hacia la cocina, Constance escuchó las voces de los gemelos conversando con Talia. El resonar de sus tacones alertó a Izzy, quien giró la cabeza en su dirección.
—'Nos días, Cons —saludó Noah, sin dejar de cortar uno de sus waffles, que había cubierto casi en su totalidad con crema batida y fresas.
Constance ignoró la risita de Talia al escuchar el apodo.
—Buenos días, Noah.
—¿Tienes que trabajar? —preguntó Izzy con desaprobación.
Constance vestía un traje sastre de un gris suave y se alisó la camisa blanca antes de terminar de ponerse la chaqueta.
—Ustedes están de vacaciones, yo no —respondió, aceptando una tacita de café espresso que Talia le ofreció, tomándoselo de un trago—. Solo tengo que ir a la oficina a buscar unas cosas, pero regresaré en menos de lo que les toma terminar uno de sus juegos. —Casi se derritió al darse cuenta de que Noah le estaba ofreciendo el pedazo de waffle que había cortado. No pudo resistirse.
—Talia me ayudó a hacerlo —explicó el niño.
Constance enarcó una ceja y miró a la mujer, quien asintió.
—Pues te ha quedado delicioso —le besó la mejilla al muchacho, quien hizo una mueca, pero sonrió—. Amelia, te dejé el libro que querías sobre mi escritorio. Su tía viene a buscarlos hoy —les recordó, y los dos gruñeron, conscientes de que estaban castigados y no podrían ver televisión o jugar a sus videojuegos.
Amelia no se quejó cuando Constance le besó el cabello al despedirse.
—¡No olvides la sombrilla, Constance! No dejará de llover en todo el día —advirtió Talia—. Aldo ya está esperando.
Intentar abrir una galería en Nueva York estaba resultando mucho más difícil que cuando lo hizo en Francia, lo cual le sorprendió por muchas razones. Estaba hasta el cuello de trabajo, y aunque la colaboración que había hecho con Ciao la había ayudado, no podía mantener el ritmo de todo; apenas lograba mantenerse al día con su correo electrónico. Además, haber dejado su celular apagado por más de tres días tal vez no fue la mejor idea del mundo.
La visita a su oficina fue breve: recogió su portátil, varias carpetas y la agenda. No había trabajado ni movido un dedo desde el viernes. En parte porque no tenía cabeza para ello —había estado embriagada la mayor parte del fin de semana— y, para colmo, había dejado todo en la oficina. Decir que estaba atrasada era quedarse corta. Estaba exhausta después de visitar varios lugares que podría arrendar para la galería. La cabeza seguía doliéndole a pesar de haber tomado varios analgésicos y, aunque la lluvia había cesado, el calor húmedo del verano en Nueva York la estaba asfixiando.
Revisó el celular en el auto camino a casa. Elena le había enviado un mensaje recordándole que iría a buscar a los niños. Constance se mordió el labio inferior al ver el historial de llamadas y notar que Ella no había intentado comunicarse otra vez. La incertidumbre de haberse equivocado con su silencio le dejó una sensación de angustia en el pecho que la dejó sin aliento. Y la voz en su mente, la que tanto detestaba, le reclamaba que tal vez, si hubiera actuado como una adulta, las cosas serían diferentes.
"Tengo que llamarla o escribirle... No tiene sentido lamentarse por las cosas que se hicieron o no en el pasado", pensó y abrió los ojos cuando el auto se detuvo.
—Parecen pirañas —observó, quitándose la chaqueta y dejándola en el respaldo de la silla del comedor. Se desabrochó un botón extra de la blusa blanca para refrescarse mientras caminaba hacia la cocina para servirse un vaso de agua con hielo.
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Extrañas por Naturaleza
FanfictionPrecuela de Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad (Tú y Yo): La historia de cómo Constance y Ella se conocieron. Extrañas por Naturaleza sigue la vida de Ella Quinn (un personaje original) y Constance Isles. La historia está dividida en tres actos. El...