Capítulo 22

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-El de Gucci lo puedes cambiar por Kors; irá mejor con la paleta de color de esta página -comentó e hizo una nota con el bolígrafo rojo.

-¿El marrón? -Preguntó Rafael y añadió una nota suya cuando Constance asintió.

Amanda entró en la oficina y dejó dos cafés junto con una nota que le entregó a la morena.

-La Dra. Quinn llamó y pidió que le entregara este mensaje.

La asistente miró a Rafael de reojo y salió lo más rápido posible de la oficina antes de que Constance pudiera cuestionar algo.

Constance giró el pedazo de papel y leyó la única palabra escrita:

"Domingo"

El papel fue estrujado en un puño cerrado.

-¿Todo bien? -Preguntó Rafael, mirándola con preocupación-. La Dra. Quinn es la hermana de Ella.

-Insiste con que vea a Eliana. -Agarró uno de los vasos de café y tiró la nota al latón de basura donde muchas ideas para la revista habían sido tiradas en las últimas dos horas.

-¿No es algo bueno? Han pasado cuatro días, Constance.

-No creo que lo sea. -Dejó otra vez el café sin degustar sobre el escritorio-. ¿Qué le voy a decir? "Soy Constance, he sido tu jefa por casi dos años y te hice la vida imposible. Ah, y por cierto, renunciaste" ¿Eso es lo que quieren?

-Sabes que eso no es cierto -reprendió.

-Lo que es cierto es que no soy buena para ella -refutó con un tono más suave.

-¿Acaso estás diciendo estas cosas porque te sigues culpando de haberla enviado al aeropuerto? ¿Qué harás si recuerda?

-Si lo hace, entonces estoy segura de que entenderá mi decisión.

-Oh, tal vez si vas a verla te diría algo como "No te lamentes. Recuerda". Especialmente ahora que sus recuerdos quedaron con nosotros, contigo.

-No digas tonterías, Rafael.

Constance se puso de pie y caminó hasta el ventanal, mirando hacia el horizonte por encima de la ciudad de Nueva York, y cruzó los brazos

-¿Has hablado con alguien?

-¿Qué?

-Consti. Perdiste a tu esposo, tu hija quedó lastimada y tu asistente, que, corrígeme si me equivoco, pero creo que es una de tus pocas amigas -alzó una ceja como si estuviera retándola a negarlo cuando Constance se giró hacia él con una expresión seria-, está en un hospital y no te recuerda. Necesitas hablar con un profesional.

-Estoy bien. Y no me llames así.

-¿Lo estás? ¿Por qué no vas a verla entonces? Preséntate como su exjefa o lo que sea, no tienes que decirle que fue horrible.

-No puedo.

-¿Por qué? -Presionó.

-Porque no puedo.

-¿Temes a que te dé la espalda?

-Tiene cosas más importantes para preocuparse... su memoria, su recuperación...

-Son excusas.

-¡No puedo! -Gritó y los dos se quedaron helados porque Constance nunca había gritado. No en el trabajo ni en cualquier otro lugar. Rafael se quedó boquiabierta y el lapicero que había estado sosteniendo entre sus dedos rodó sobre el escritorio y cayó al suelo-. Siento... siento nostalgia por alguien a quien todavía estoy aprendiendo a extrañar. No quiero verla y tener que aceptar, pretender como si nada hubiera existido. Aún tengo los recuerdos, todo está aquí -Se señaló la cabeza con brusquedad-. Y si la miro a los ojos y noto la indiferencia en su mirada al no reconocerme, entonces... entonces yo la recordaré de esa forma. Y quiero recordar su sonrisa tonta y su optimismo y... -Se mordió el labio al caer en cuenta de lo que estaba diciendo, y volvió a girarse hacia el ventanal, evitando la mirada inquisitiva de su compañero.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora