Capítulo 43

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Por primera vez en los últimos años, las cosas parecían marchar bien. Tan bien que comenzaba a preocuparse. No era una extraña al éxito: su tiempo en Ciao y el rescate de Bella Vit son testamento de ello. Las pocas exhibiciones que ha organizado desde que emprendió en el mundo del arte han sido recibidas de forma positiva. Su vida profesional era lo que algunas personas llamarían "perfecta", mientras que su vida personal no se quedaba atrás, aunque le gustaría poder ver más seguido a Maura.

Maura había cambiado de escuela y había logrado saltarse varios años. No se sorprendió cuando el director de la escuela le confirmó lo que ya sabía: que su hija era considerada dotada académicamente. Lo único que no la hacía feliz era que solo la veía los fines de semana. Le costó admitir que, aunque le gustaría tenerla en casa todos los días, el hecho de que Maura estuviera becada ayudaba enormemente con su ritmo laboral. Los viajes, tanto nacionales como internacionales, eran constantes y tenían un costo en la relación con Maura y sus estudios.

Al mes de haber regresado permanentemente de Francia, Ella insistió en alquilar un apartamento, aunque los niños siempre se quedaban en la casa de la ciudad cuando venían de visita de la escuela. Constance no había aprobado el cambio al principio. ¿Por qué tenía que irse a un apartamento cuando había estado viviendo allí durante años?

Ella necesitaba su propio espacio. Eso lo comprendió mucho después de lo que le gustaría admitir. El estar juntas varias noches a la semana, sin importar si era en su casa o en el humilde apartamento de Ella, ayudó enormemente.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Ella en un susurro. Constance abrió los ojos y la miró, peinando con sus dedos el cabello oscuro de la cabeza que descansaba sobre su pecho.

—¿Cómo sabes que estoy pensando en algo? Me estaba quedando dormida. —Constance luchó contra la sonrisa que comenzaba a dibujarse en sus labios cuando Ella se rio. Conocía muy bien esa risa; podría estar diciéndole claramente un "Sí, claro".

—Dejaste de acariciarme. Siempre lo haces cuando te pierdes en tus pensamientos —respondió Ella mientras se incorporaba un poco, apoyándose en un codo para poder mirarla a los ojos.

Constance cerró brevemente los ojos al sentir una suave caricia en su mejilla.

—Un poco de todo —admitió antes de soltar un suspiro—. Debería volver a mi habitación —comentó mientras se levantaba, buscando su ropa alrededor de la habitación.

Los niños estaban en casa ese fin de semana.

—Ah. —Ella se incorporó sentándose para apoyarse en el respaldo de la cama sin ninguna timidez respecto a su propia desnudez.

Constance vaciló al alzar la mirada y pausó el subir su pantalón de pijama, que unas horas antes había sido descartado sin cuidado en el suelo. Los pechos desnudos de Ella y su sonrisa pícara eran una tentación difícil de resistir, pero les esperaba un domingo ocupado con los niños y estaba segura de que sería despertada por Maura a primera hora.

—No juegas limpio —murmuró mientras se ponía la camisa. Antes de comenzar a abrochar los botones, se apoyó en una rodilla sobre el colchón, tomó el rostro de una Ella sorprendida y la besó lentamente hasta dejarla sin aliento.

—Y soy yo la que no juega limpio, ¿eh? —protestó con el rostro enrojecido y los ojos entrecerrados, observando a Constance abrocharse la camisa lentamente. La mujer era una provocadora y la hacía querer tirar de esa camisa y deshacerse de cada uno de los botones que obstruían lentamente la visión de sus pechos—. ¿Uno más para poder dormir sin ti? —preguntó, fingiendo un tono de voz necesitada que hizo que Constance pusiera los ojos en blanco antes de sonreír y acercarse, ahogando un gemido cuando Ella se movió para quedar al borde del colchón, recibiendo a Constance entre sus piernas.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora