Capítulo 05

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-No, no será suficiente -dijo Constance, sosteniendo el teléfono con una mano, y la mirada enfocada sobre los papeles que descansaban sobre su regazo.

Ella y Aldo compartieron una mirada por el espejo retrovisor.

-Necesito quince cinturones. No, trece es inaceptable. No me importa. -Terminó la llamada y contuvo un suspiro-. ¿Dónde estamos, Aldo? Necesito un café.

Ella se adelantó.

-Happy Bean está a dos cuadras.

Aldo le sonrió cuando sus miradas se volvieron a encontrar. Aldo es un hombre mayor; Ella estimaba que rozaba los cincuenta. Aparte de eso, lo único que sabía es que ha estado trabajando para la familia Isles desde que Constance era una niña.

El auto se detuvo justo cuando comenzó a lloviznar. Ella estaba ensimismada en la agenda apoyada sobre su muslo, tachando y subrayando.

-Eliana.

-¿Eh?

-El café no vendrá solo.

Ella abrió la boca y la miró, miró a Aldo, y luego hacia el exterior del auto.

-Claro, claro -dijo rápidamente al notar que se habían detenido enfrente de Happy Bean-. Ya vengo. -Tiró la agenda sobre el asiento y salió sin más.

Aldo se rio y Constance alzó la mirada de los papeles.

-¿Encuentras algo divertido, Aldo?

-No, Constance -contestó con una sonrisilla.

Constance guardó los papeles y, por fin, dejó escapar el suspiro que había estado conteniendo. Apoyó el codo en la puerta y su mirada deambuló hasta detenerse en la figura de su asistente del otro lado del ventanal de Happy Bean. Constance entrecerró los ojos al ver cómo Eliana se doblaba, cubriéndose la boca al reír. Nunca la había visto reír de ese modo. Sí, Eliana sonreía y se reía con las ocurrencias de Rafael, incluso con Maura, pero nunca de aquella forma. La barista le entregó dos vasos de café, inclinándose sobre el mostrador de forma innecesaria para acercarse a ella. El cuerpo de su asistente vibró visiblemente como si se estuviera riendo otra vez. Los labios de la joven barista se movieron diciéndole algo hasta terminar con una amplia sonrisa acompañada de un guiño.

Eliana salió de Happy Bean con una sonrisa plasmada en los labios. Por alguna inexplicable razón, aquella fue la primera vez que Constance detestó ver una sonrisa en el rostro de su asistente.

-Aquí tienes. -Eliana le ofreció el vaso con su café-. Ah, espera. -Sacó unas servilletas del bolsillo de la chaqueta y secó las gotas de lluvia sobre la tapa del vaso-. Perfecto.

Constance aceptó el café, mirando de reojo cómo su asistente se peinaba el cabello mojado. Eliana tomó un sorbo de su propio café, cerró los ojos y suspiró de placer.

Aldo puso en marcha el auto y no se dijo una palabra más.

Rafael y el grupo de Fashion Us observaban y se movilizaban a buscar todas las prendas que Constance pedía.

-¿Dónde está la modelo?

Rafael se mordió el labio para no sacudirse de hombros. A Constance no le hubiera gustado esa acción como respuesta a su pregunta.

-No ha llegado -se atrevió a contestar una de las asistentes.

-¿Por qué?

-Qué talla eres? -Preguntó Rafael a la asistente, con la esperanza de prevenir que la situación escalara a más. Hasta él estaría enojado; habían avisado de antemano con bastante tiempo y se trataba de Constance Isles. En las palabras de su jefa y amiga, la ausencia de la modelo era inaceptable.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora