Capítulo 21

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"Mamá, ¿Ella despertará?"

Constance se apretó el puente de la nariz al recordar la primera pregunta que su hija hizo al despertar por una pesadilla la noche anterior.

La psicóloga de Maura había asegurado que estaba progresando. Y era un hecho; Maura hablaba un poco más, aunque se había sumergido en sus dibujos. "Una forma de expresión, un escape" había dicho Paula, la psicóloga.

Maura había pedido seguir viendo a Eliana y estar con los mellizos. Y aunque ya sabía que la decisión de permitirlo tenía un buen impacto en la psique de su hija, Paula lo confirmó.

-¿Cuándo piensas despertar, Eliana? -Susurró sin pensar al mirar su horario para la semana y darse cuenta de que era un desorden total. Totalmente inaceptable.

-Amanda -llamó con un tono más alto, tensando la mandíbula al ver que la asistente -en el escritorio de Eliana- se ponía de pie rápidamente como si su empleo estuviera a punto de extinguirse.

Detestaba que usara el escritorio de Eliana. Ya no era de Eliana y tenía que comenzar a verlo de esa forma. Nunca había sido un problema; cambiaba de asistentes con tanta regularidad que aquel escritorio nunca perteneció a nadie. Ni siquiera a Sarah que había logrado terminar su contrato de dos años.

Era el escritorio de Eliana, y Constance odiaba alzar la mirada y no ver el cabello rubio y la sonrisa juvenil y tan persistente que a veces llegaba a ser hasta irritante.

-¿Sí, Constance?

-Arregla mi agenda de inmediato. Todo está mal.

-Es que... tiene un código de color sin clave y no sé...

-No, no. No tengo tiempo para escuchar tus excusas.

Constance se puso de pie, recogió el abrigo del espaldar de la silla -que normalmente Eliana habría recogido sin siquiera ella percatarse- y dejado en el perchero cerca de la entrada-, la bolsa y los lentes de sol.

-No volveré. Y arregla el maldito calendario si quieres seguir teniendo empleo mañana.

-¿Cuándo volverá?

Constance puso los ojos en blanco y salió de la oficina sin decir una palabra más.


-Todo esto es tu culpa -refunfuñó al entrar, quitándose el abrigo y dejándolo sobre el sofá de la habitación privada de la unidad de cuidados intensivos.

Constance arrastró la silla hasta dejarla al lado de la cama, se sentó y cruzó los brazos, mirando el rostro de Eliana. Elena le había explicado y enfatizado los diversos grados de conciencia; algunos de sus pacientes que estuvieron en coma recordaban algunos sonidos, otros reportaban haber tenido muchos sueños -en su mayoría pesadillas-, y los demás no recordaban absolutamente nada. Por el estado de Eliana, lo más probable era que no escuchara nada y ni tuviera consciencia de su entorno, pero aun así Elena la había animado a hablarle.

Constance siempre pensó que alguna máquina haría ruido, pero la ausencia del sonido era insoportable. Lo más ruidoso en la habitación -y que apenas se escuchaba- era el sonido que causaba la máquina del respirador.

-Rafael contrató una asistente nueva. Se llama Amanda -comenzó a decir con inseguridad, sintiéndose un poco incómoda al estar hablando sola. Eliana se reiría de ella si pudiera-. Si hubieras buscado y entrenado un reemplazo, como te pedí, esto no estaría pasando. -Descruzó los brazos y extendió una de sus manos hacia la de Eliana, pero se detuvo antes de poder tocarla, así que descansó la palma de sus manos sobre los muslos, frotándolas inconscientemente hasta detenerse y cruzar los dedos sobre el regazo-. ¿No has descansado lo suficiente? Trece días, Eliana... esto es simplemente... inaceptable.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora