Capítulo 26

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A Ella no le gustan los aeropuertos, la verdad, y menos de noche cuando no hay mucha gente y varias partes del lugar te hacen pensar que está abandonado.

-¿Dónde está mamá? -preguntó la niña que sostenía su mano.

-Llegará en unos minutos, Maura.

Ella se detuvo frente a una gran pantalla con listados de vuelos.

-Este es el vuelo de tu mamá -señaló un vuelo que llegaba de Francia. Ya había aterrizado unos quince minutos atrás, pero estimaba que no verían a la mujer hasta unos diez minutos más-. No sabe que viniste conmigo (en realidad, Constance solo estaría esperando encontrarse con Aldo). ¿Recuerdas que queremos sorprenderla? Bajará por esa escalera, así que cuando te diga te ocultas allí. -Le señaló una columna y Maura asintió con una gran sonrisa traviesa. Desde ese lugar, Ella podría estar al tanto de la niña y la escalera.

Maura se había quedado toda la semana con los Quinns, mientras Constance estaba en Francia por un viaje de negocios para comprar varios cuadros para una colección que estaba preparando. Al principio, Constance dudó por no querer causarle molestias, pero los argumentos de Ella fueron lo suficientemente buenos para convencerla de dejarla con ella y los mellizos.

Ella notó que varias personas comenzaron a bajar por la escalera y le hizo la señal a la niña, sonriendo al ver cómo esta corrió y se escondió detrás de la columna.

Constance apareció arrastrando una pequeña maleta de mano. No se dio cuenta de la presencia de Ella hasta que subió en el escalador y alzó la mirada. Ella notó que, normalmente, Constance suele reprimir sus sonrisas y solo en ocasiones especiales es que realmente sonríe o cuando se trata de Maura. Así que cuando vio la leve sonrisa que llegó hasta los ojos verdes de la mujer, lo atribuyó al cansancio de un viaje tan largo y el cambio de hora.

-Ella, qué sorpresa. Esperaba ver a Aldo -dijo en su usual tono bajo.

-Aldo espera en el garaje. ¿Me permites? -Preguntó aunque ya le estaba quitando la maleta de la mano, dejando a la morena con la palabra en la boca. Ella se giró y le hizo un guiño a la niña.

-¡Mamá! ¡Sorpresa!

A Constance apenas le dio tiempo inclinarse para recibir a Maura y alzarla en sus brazos, abrazándola con fuerza.

-Hola, cariño. Te extrañé mucho.

-Yo también te extrañé mucho, mamá. Ella me trajo para sorprenderte. Te hice muchos dibujos -dijo entusiasmada, aferrándose al cuello de Constance.

-¿Sí? -Preguntó con una sonrisa de oreja a oreja, mirando a la mujer que había apartado la mirada con un rubor en las mejillas, llevándose con ella la maleta. Constance la siguió en silencio mientras ambas escuchaban las historias de Maura.

-Bienvenida de regreso, Constance.

-Gracias, Aldo.

Constance subió a Maura al asiento trasero y estuvo agradecida con el hombre por haber encendido la calefacción del auto para que estuviera caliente cuando llegaran. Maura se quedó sentada sobre sus piernas y Constance la rodeó con los brazos, asegurándola a su cuerpo. Ella subió en el asiento trasero y se puso el cinturón de inmediato, cerrando los ojos por un instante mientras respiraba profundamente.

Constance presionó un botón en la puerta a su lado y el vidrio de privacidad entre el chofer y los pasajeros se volvió opaco al instante.

-¿Estás bien, Ella?

Constance se quedó con la palabra en la boca cuando su hija se adelantó a preguntar. Ella abrió los ojos y forzó una sonrisa al mirarla, asintiendo.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora