Capítulo 27

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Ella no pudo negarles a sus hijos estar con su padre durante el fin de semana. Hacía meses que no lo veían físicamente y, según Elena, solo lo habían visto dos veces durante el tiempo que ella estuvo trabajando en Ciao. Sus hijos parecían emocionados ante la idea de pasar dos días con su padre.

-Me gusta el cambio. -Hizo un ademán hacia su propia cabeza.

-Gracias, Oliver. ¿Te quedarás en el hotel los dos días?

-Sí. El lunes tengo que volar de regreso a Los Ángeles. ¿Está bien si te los regreso esa mañana?

-Claro. Llámame si necesitas algo... —dijo con un tono preocupado, claramente nerviosa por dejar ir a sus hijos aunque fuera con su propio padre.

Los dos se giraron hacia la puerta principal cuando esta se abrió de repente.

-¡Vaya! ¿Y este milagro? -exclamó Elena, quien aún vestía su uniforme.

-Elena -saludó Oliver.

-¡Titi! -Exclamó Noah, abrazándola por la cadera-. Papá nos llevará al parque y nos quedaremos con él el fin de semana.

-Oh, ¿sí? -Preguntó y miró a Ella, buscando alguna confirmación en su mirada-. Eso es genial, diablillos.

-Creo que tenemos todo, ¿cierto? -Preguntó Oliver a los niños, quienes gritaron un "sí" con vivacidad.

Ella abrazó a los dos con fuerza, recordándoles que se portaran bien con su padre. Los tres salieron del apartamento, y Ella se acercó a la ventana, siguiéndolos con la mirada hasta que se subieron al taxi que había estado esperando.

-¿Oliver aquí? -preguntó Elena mientras buscaba algo de comer en el refrigerador.

-Lo enviaron a Nueva York por trabajo. Ya lleva toda la semana aquí y se va el lunes.

-¿Y apenas te lo dijo? -dedujo su hermana con un tono de desaprobación.

-¿Te sorprende? Aún recuerdo las razones para divorciarme de él.

Las dos rieron como si se tratara de una broma.

-Tengo que bañarme y regresar al hospital -avisó, casi atragantándose con un pedazo de pan.

Ella aprovechó el tiempo para seguir pensando en su plan para Constance, aunque no tenía uno. Lo único que tenía en concreto era ansiedad. Mucha ansiedad, y culpaba a Rafael y Sarah. Le hubiera gustado no recordar nada cuando despertó en el sofá de Constance, pero desgraciadamente no fue así.

Lo único que tenía muy presente era que el cumpleaños de Constance era al día siguiente y no tenía ni la más mínima idea de qué podría hacer o si debía hacer algo.

Constance había sido muy paciente con ella en la mañana. Ella fue despertada por Maura, y al incorporarse, se dio cuenta de que el Señor Güino había estado entre sus brazos.

-Güino cuidaba de tus sueños. Estabas haciendo mucho ruido roncando -explicó la niña antes de regresar a la cocina con su madre, que por el temblor de sus hombros era obvio que estaba intentando contener su risa, escuchando cómo Ella intentaba convencer a Maura de que no roncaba.

-Buenos días. ¿Cómo te sientes? -Preguntó Constance sin dejar de atender lo que estaba cocinando en la sartén y que olía a tocino.

-Como si me hubiera tomado la mitad de una botella de Jack Daniel's barato -dijo al sentarse en el sofá, sosteniéndose la cabeza antes de peinarse con los dedos; era una de las ventajas de tener el pelo tan corto. Se sorprendió al no tener resaca, pero sus ojos se sentían muy sensibles con la luz que entraba por las enormes ventanas del salón, y deducía que Constance las había abierto a propósito para despertarla con la luz natural.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora