Capítulo 45

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📢Un capítulo corto. Iba a escribir más en este cap, pero al final decidí que no porque me gustaba que fuera solo en el POV de Constance. 

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No se había sentido tan agotada como esa noche en muchos años, ni siquiera cuando vivía en Francia e intentaba mantener dos trabajos a la vez. Volver a trabajar en un proyecto bajo el mando de su madre era tan agotador mentalmente como físicamente. La cabeza le retumbaba solo al intentar entender lo que su madre traía entre manos. Nada de lo que hacía tenía sentido.

Y Ella. Oh, Ella. Apenas había tenido tiempo para hablar con ella ese día, y lo poco que pudieron hablar fue interrumpido bruscamente por su parte al terminar la llamada al ver que uno de los ayudantes casi dejaba caer una de las pinturas. No se había dado cuenta de que había terminado la llamada hasta después de unos minutos, mientras se aseguraba de que la movilización de las obras se estuviera haciendo adecuadamente. El estómago le dio un vuelco al darse cuenta —no era la primera vez que lo hacía—, pero sí una de las pocas veces que sintió un inexplicable peso en el pecho. El día no mejoró cuando unas horas después tuvo que llamarla para cancelar la cena, diciéndole que no llegaría a tiempo. Ella no mencionó nada sobre la llamada anterior, y con un tono sonriente le aseguró que no se preocupara y que se asegurara de terminar el trabajo, con la única condición de que pidiera algo de comer.

Pasará lo mismo. Constance cerró los ojos con fuerza al escuchar aquel pensamiento intrusivo. Así había sido Althur al principio: comprensible; él le aseguraba que no había de qué preocuparse, pero cuando llegaba a casa era recibida por una mirada fría y palabras distantes. Lo vas a arruinar y todo será tu culpa.

BASTA. Apretó la mandíbula con fuerza y la relajó cuando las voces en su cabeza se acallaron.

—¿Constance? Ya llegamos.

La mujer abrió los ojos y, por la mirada de su chofer, estuvo segura de que no era la primera vez que intentaba llamar su atención.

—Puedes ir a casa. Perdón —se calló de repente y el hombre la miró expectante— ...No esperaba que este día terminara tan tarde. Buenas noches.

—Buenas noches, Constance —dijo con una sonrisa disimulada y la siguió con la mirada hasta que la mujer llegó a la puerta.

Constance volvió a cerrar los ojos cuando escuchó la partida de Aldo. Con una mano buscó a ciegas la forma de tiburón en su bolso, pero se detuvo antes de abrir la puerta. Ya verás. ¿Te gritará?

—No —susurró para sí misma. Ella no es como él. Estaba tan cansada que cada paso hasta la puerta se había sentido como si estuviera arrastrando una tonelada de peso en cada pierna. El simple hecho de alzar el brazo y hacer girar la llave fue ridículamente agotador. Cama. Eso era lo que necesitaba de inmediato.

Pero necesitará de tu atención, dijo la voz en su cabeza y Constance casi gruñó al escucharla.

Era lo que más odiaba de este nivel de cansancio: cómo sus defensas mentales disminuían con cada segundo.

La entrada de la casa estaba a oscuras y silenciosa, lo que era de esperar. Los mellizos estaban con su padre para acompañarlo en su cumpleaños, Maura estaba con la abuela, y Ella probablemente estaría durmiendo a esa hora. La luz tenue que provenía de la cocina creó una sombra cuando algo se movió, acercándose, pero no fue hasta que escuchó su voz que Constance alzó la cabeza.

—Permíteme ayudarte con eso.

Constance pestañeó lentamente ante el suave susurro, seguido por manos sobre sus hombros que le quitaron el bolso para luego deslizar lentamente el abrigo y colgarlo en el armario cerca de la entrada. No se había dado cuenta de que había cerrado los ojos nuevamente hasta que sintió una caricia en su mejilla y luego dedos bajo su mentón que alzaron su rostro con delicadeza.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora