Capítulo 48

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-¡Aquí estoy! -anunció Rafael, entrando en la oficina de Sarah, seguido por su asistente que empujaba un perchero de ropa con un vestido oculto en una bolsa negra-. ¿Dónde está? -preguntó el hombre con un tono alarmado.

Sarah alzó la cabeza al verlo, se levantó de su silla del escritorio, agarró su bolso y los lentes de sol, y le hizo un gesto a Rafael con la cabeza hacia la esquina de su oficina. A Rafael casi le da un infarto al ver a Ella sentada en el suelo, en el rincón de la oficina, encorvada y escribiendo en una computadora portátil. Ella ni siquiera se había dado cuenta de que habían llegado.

-¿Qué hace? -le preguntó a Sarah en un susurro-. No tenemos mucho tiempo.

-Terminando ediciones de uno de sus artículos. Y también advirtió que no tenía tiempo. Yo tampoco, así que me iré a preparar.

-Pero...

-No es mi problema -cortó Sarah con un tono burlón pero tajante, y se puso los lentes de sol, dejando al hombre boquiabierto en su oficina.

-¿Ella?

-¡Oh! Rafa, dame un segundo.

Rafael estuvo a punto de protestar, pero se calló cuando Ella presionó una tecla con fuerza, cerró la portátil y se puso de pie con una sonrisa, mirándolo expectante.

-¿Ese es mi vestido?

-Sí.

-¿Lo puedo ver?

-Primero hay que arreglar esa situación -dijo, haciendo un gesto con las manos hacia la cabeza de la mujer.

Ella hizo una mueca e instintivamente se recogió un mechón de pelo detrás de la oreja. A lo largo del día, lo que había sido un elegante y elaborado moño francés se había convertido en un moño que apenas conservaba forma gracias a un lápiz que lo atravesaba.

-Sobre eso... quiero hacer algo.

-¿Algo?

-Un cambio.

Rafael arqueó una ceja, esperando a que elaborara, y cuando Ella lo hizo, Rafael la miró incrédulo.

-No creo que nos dé tiempo...

-Lo puedo hacer yo misma si deseas, solo necesitaría una hora. Tal vez menos. Puedo ir a la tienda, comprar una de esas cajas... aunque con este largo tal vez necesite dos -dijo con un gesto pensativo y luego exclamó-. ¡Justo como lo hice la primera vez!

-No te atreverías...

Ella se cruzó de brazos y una sonrisa comenzó a formarse lentamente en sus labios. Rafael la conocía lo suficiente para saber que sí se atrevería a hacerlo ella misma.

-Eva, llama a Alice e infórmale que la necesitamos ahora. Que deje todo lo que esté haciendo. Estaremos llegando en cinco minutos. -Rafael esperó a que su asistente saliera de la oficina de Sarah-. Has perdido la cabeza. -Se giró y comenzó a abrir el cierre de la bolsa para mostrarle el vestido.

Ella quedó boquiabierta.

-Es de Zuhair Murad -informó Rafael con una amplia sonrisa.

-Es hermoso -dijo Ella, rozando el encaje negro con los dedos.

-Hace mucho tiempo te probaste uno muy parecido. En mi opinión, este es mejor... y tu decisión impulsiva hará esta sorpresa mil veces mejor.

-¿Qué sorpresa, Rafa? -preguntó, ignorando su comentario sobre ser impulsiva. No lo era; en sí, era algo que había estado pensando seriamente por varias semanas.

Extrañas por NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora