Bajo la lupa de los Busch

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En la elegante sala principal de la mansión Busch, el ambiente estaba cargado de tensión. Doña Daniela, con una expresión de desaprobación en su rostro, no ocultaba su molestia ni por asomo. Sus palabras habían resonado en el aire, llenando el espacio con un aire pesado de descontento.

—Daniel, ¿me estás escuchando bien? ¡Mírame cuando te estoy hablando, hijo! No puedo creer que hayas mentido sobre la edad de esa chica, te lo estoy diciendo —prosiguió, con su tono de voz tan frío como el hielo —Te he repetido una y otra vez que no es apropiado que te fijes en mujeres tan jóvenes. Es irrespetuoso y va en contra de los valores de este hogar ¡Es que ya lo sabes y siempre es lo mismo contigo!

El comentario sobre su edad hizo sentir a la chica, vulnerable y expuesta ante la familia de Daniel, quien no se quedó callado e intervino en su defensa, explicando la razón detrás de la mentira sobre su edad y cómo había sido la única manera de que ellos dos pudieran conectarse y conocerse.

Daniel, de pie frente a su madre y llevando su mano hacia la espalda alta de Ava, no parecía dispuesto a ceder. Su mandíbula tensa reflejaba su propio enojo.

—Madre... No había otra manera de que aprobaras conocerla si te hubiera dicho la verdad —declaró Daniel con determinación en su voz, mostrando su apoyo a Ava—. Además... estoy en edad suficiente para tomar mis decisiones. No necesito tu aprobación en todo y mucho menos para elegir con quién estar

Ava, estática mientras sentía como resonaban estridentes las voces de su prometido y de su futura suegra. Se sentía como una intrusa en medio de esa acalorada discusión familiar. Sus manos sudorosas apretaban los pliegues de su blusa de flores rosas, y su corazón latía desbocado. La incomodidad se aferraba a ella, y se mordía el labio inferior para contener su nerviosismo.

Doña Daniela continuó regañando a Daniel, recalcando la importancia de mantener las tradiciones familiares y el prestigio de la familia Busch. Los ojos de Ava se movían entre los miembros de la familia, notando las diferentes reacciones. Don Manuel mantenía una expresión seria pero neutral, mientras que Natalia observaba la escena con una mezcla de interés y cautela. No se atrevían a intervenir, ya conocían a esa señora cuando se enfadaba.

Finalmente, Daniel, alzando la voz, declaró su determinación.

—Mamá, ¡ya por favor! Amo a Ava y no voy a dejar que nadie nos separe. No me importa si no estás de acuerdo. Es mi vida y mi elección. Además... ¡Es adinerada! ¿No te basta con eso? ¿Podrías dejarla terminar de presentarse? Ni siquiera le estás dando un chance.

Ava sintió que su garganta estaba seca mientras escuchaba las palabras de Daniel. ¿Realmente estaba dispuesto a enfrentar a su madre por ella? Era un gesto valiente, pero también aumentaba la presión sobre ella. Miró a Daniel, sus ojos buscando los de él en busca de apoyo.

La mirada de Daniel se encontró con la de Ava, y le envió una sonrisa tranquilizadora y un gesto sutil con la cabeza, como si le dijera que todo estaría bien. Aunque su corazón seguía latiendo con fuerza, Ava se sintió un poco más reconfortada. Sabía que enfrentar a la familia de Daniel no sería fácil, pero también entendía que su relación con él estaba en juego.

El suspiro resignado de Daniela pareció suavizar momentáneamente la tensión en la habitación. Era evidente que aunque no estuviera del todo satisfecha con la respuesta, estaba dispuesta a aceptar la elección de su hijo, o eso era lo que él creyó en ese momento.

El carraspeo de don Manuel resonó en la sala como un recordatorio de que la tensión no debía dominar el ambiente. El padre de Daniel tomó la iniciativa y dirigió la conversación hacia un terreno más tranquilo.

—Bueno, bueno, pero la chica no vino aquí por gusto, Daniela. A ver... cuéntanos más sobre tí, querida —inquirió con una sonrisa amable y preguntó a Ava sobre su profesión y cómo había conocido a su hijo.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora