Verdad, justicia y amor I

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El ambiente pareció vacío por un instante con el silencio que se hizo en el salón de aquel evento que estaba a punto de cancelarse, allí estaba Daniel Busch, con su porte tan elegante y su barba recortada con un estilo diferente al estilo francés que en definitiva le daba un look más jovial. No se hizo más de esperar y dio un paso dentro del salón.

Daniel se desplazó con gracia entre las mesas, dándose su tiempo para saludar a todos los allí presentes, intercambiaba saludos con mucha amabilidad, como si contara con todo el tiempo del mundo. En el momento de llegar a la mesa de Karen, ella intentó hablarle con más cercanía, pero en definitiva falló en aquella iniciativa dado a que Daniel ni siquiera la vio a los ojos.

—Karen... un gusto —fue lo único que salió de los labios de Daniel, seguido de una leve palmada en el dorso de su mano.

—¿Daniel? Espera, hablemos... —musitó con los ojos llenos de emoción al verlo, mientras estiraba su mano como si con impotencia intentara alcanzarlo, pero le fue imposible.

Las damas que yacían al lado de Karen solo se vieron entre ellas y miraron a otra parte para no ser muy evidentes del desplante que la mujer había recibido por parte del señor Busch, pero aquello no había pasado desapercibido por ella y las vio con desdén.

—¿Y ustedes qué ven? Fíjense en sus propios asuntos, como por ejemplo el maquillaje de mala calidad que tienen embarrado en la cara —espetó y ambas mujeres se sintieron ofendidas.

Antes de que aquellas dos mujeres se prepararan para retirarse de la mesa con molestia, Karen se levantó de la mesa y se dirigió lo más cerca de la familia Busch. Ahí de pie no dejaba de ver cómo Daniel era el centro de atención, el señor Busch, quien hablaba con su madre, había volteado a un punto lejano como por inercia y al mismo tiempo una sonrisa se desató de sus comisuras.

Karen se dio cuenta de ese gesto y por supuesto que Doña Daniela también, y ambas se vieron con un dejo de complicidad. Daniel estaba viendo justo hacia la entrada del salón y su rostro se iluminó al ver la figura femenina que había entrado a la sala; se trataba de Ava.

Ahí estaba ella, preparada para hacer su entrada y vistiendo un deslumbrante vestido rojo vivo con adornos brillantes y la tela parecía acariciar su piel de manera generosa mientras resaltaba sus atributos y dejaba boquiabiertas a algunas personas mientras que, con elegancia comenzó a caminar hacia la familia Busch.

—Pero, ¿qué es esta deshonra? ¿Un vestido rojo para un compromiso Busch? Ella sabía que debía vestir el blanco que le sugerí. Esto es un desastre —refunfuñó doña Daniela.

—Ay, mamá, Ava se ve espectacular —dijo Natalia con su bebé en brazos, pero fue callada por su madre y se limitaron a seguir viendo la escena.

Mientras caminaba por el centro, era evidente que Ava no llevaba el distinguido anillo de compromiso, lo cual fue una buena señal para Karen, todo estaba marchando de acuerdo al plan, según ella.

Ava saludaba de lejos, pero a diferencia de su prometido, sus comisuras estaban hacia abajo y su hermoso rostro un tanto opacado, pero eso no evitó que se dirigiera a todos con un movimiento grácil de su mano, y antes de que alguien pudiera decir cualquier cosa, Daniel tomó la iniciativa de dirigirse a los invitados y a los suyos:

—Amigos y colegas —dijo en voz alta, mientras extendía su mano hacia Ava y la tomaba con delicadeza para acercarla a su lado, la joven se sonrojó al sentir la escurridiza mano de Daniel en su cintura—. Quiero agradecer su grata presencia en este lugar. Perdonen la demora, en realidad estamos felices de tenerlos aquí, para compartir nuestra alegría.

De inmediato la gente comenzó a aplaudir y a silbar en son de celebración, Daniel se carcajeó ante esa reacción de sus amigos, pero Ava solo pudo ver hacia el suelo y tragó grueso, para sentir la penetrante mirada de Karen. Ava despabiló e intentó por todos sus medios esbozar una sonrisa, la cual resultó más forzada de lo que esperaba.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora