Celos y pasión

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El trayecto de regreso desde el viñedo continuó en silencio, y Ava se encontraba cada vez más ansiosa por saber qué estaba pasando en la mente de Daniel. Su cabeza daba vueltas y había olvidado por completo colocarse el cinturón; cuando se dio cuenta y lo hizo con dificultad, se dio cuenta que su prometido tampoco se lo había puesto, pero no se atrevió a decírselo. Finalmente, no pudo soportar más la tensión y rompió el silencio.

—Daniel, por favor —dijo en un hilo de voz —, ¿puedes decirme qué está pasando? Estoy realmente preocupada.

Daniel, sin mirarla, frunció el ceño y apretó el volante con fuerza mientras aceleraba el auto. La tensión en el ambiente era palpable, y Ava comenzó a temer lo peor, sobre todo por el estado no tan sobrio de él.

—Daniel, no puedo soportar este silencio —comentó Ava, intentando mantener la calma — ¿Es por lo que pasó en el restaurante? ¿Es... por tu primo Omar?

Daniel seguía sin responder, y eso solo aumentaba la ansiedad de Ava. A medida que avanzaban por las calles de la ciudad, Ava comenzó a reconocer los alrededores a pesar de que estaba oscuro y se dio cuenta de que se dirigían hacia el apartamento de Daniel. Esa revelación la llenó de intriga y... temor, ya que no conocía a ese hombre con tragos de más.

—Daniel, ¿por qué estamos yendo a tu apartamento? ¿Qué está pasando? —inquirió Ava, con la voz temblorosa.

El auto se detuvo justo al abrir la compuerta del garaje del apartamento de Daniel, y él finalmente giró hacia Ava, su mirada estaba llena de seriedad y preocupación.

—Bajemos del auto, ahora —musitó mientras se disponía a abrir la compuerta del auto.

Ava lo siguió con la mirada y vio que rodeó el auto para abrirle la compuerta. Su corazón se aceleró más de lo que ya estaba, pero salió del vehículo tambaleando. A pesar de que Daniel no se veía mareado, la joven juraba que iba afectado por los efectos del alcohol y le indignó un poco el hecho de viajar así, en esas condiciones sin tener la precaución suficiente; Ava debía admitir que aquello le molestó al analizarlo.

Dejando aquel ramo de rosas olvidado dentro del carro, Daniel condujo a Ava hasta su habitación en el apartamento, y una vez dentro, la joven se sintió un tanto abrumada por la opulencia de la habitación.

Mientras se sentaba en una cómoda silla, Ava observó a las sirvientes que los habían recibido en silencio, sin responder a su saludo al haber entrado a la sala principal. En su mente, las etiquetó como "maleducadas", aunque sabía que quizás había más en juego de lo que veían sus ojos.

Después de un momento, Daniel salió de la habitación brevemente, dejando a Ava sola. La joven no pudo evitar sentirse ansiosa mientras esperaba, y los minutos que pasaron se sintieron interminables. Finalmente, Daniel regresó y cerró la puerta con un portazo, lo que hizo que Ava se estremeciera ante su expresión seria y demandante.

—Daniel, ya por favor, me estás matando de la duda, ¿qué está pasando? ¿Puedes decirme qué está pasando? —comenzó a hablar Ava, con el ceño fruncido y sus tensas manos entrelazadas en su regazo.

Daniel la miró fijamente por un momento antes de hablar, y su voz sonaba cargada de preocupación. Luego miró hacia el techo y se llevó las manos a la cabeza. Ava arqueó una ceja mientras que la tensión en la habitación era palpable. La joven se aferró a la silla mientras esperaba ansiosamente las palabras de Daniel, sin tener idea de lo que estaba a punto de enfrentar.

—Es que, no puedo soportar que hayan tantos viéndote con ganas de devorarte ahí frente a mi... ¡Me parece inaudito! —exclamó para empuñar la mano y con la misma controlándose para no golpear la puerta, la pared o lo que tuviese enfrente.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora