Ava ni siquiera se atrevió a esperar a que llegara la limusina de Daniel, prefirió caminar hasta la parada del metro, algo en su interior no quería saber de su indiferencia ni padecerla, no quería sentirse olvidada, así que prefirió hacer las cosas a su manera.
Sin pensarlo dos veces se subió al metro, con la mente hecha un torbellino. La brusquedad del lugar contrastaba enormemente con la comodidad de la limusina de Daniel, obviamente. El aire estaba cargado con el olor característico de la multitud, una mezcla de sudor y perfumes baratos que le provocaron náuseas. No llevaba mucho tiempo subiéndose a la limusina, pero esta experiencia le recordó lo diferente que estaba siendo su vida hasta ese momento.
El vagón estaba repleto de personas de diversas procedencias y ocupaciones. La amalgama de aromas y sonidos la aturdió por un momento. Mientras se movía entre la multitud, sintió que la gente la observaba, pero, ¿por qué exactamente? Entonces se dio cuenta del por que. Un hombre se acercó demasiado, cruzando los límites de la decencia y le apretó un de sus glúteos con todo el descaro del mundo.
Ava no dudó en reaccionar ante ese toque lividinoso.
—¡Maldito, no me toques! —Con determinación lo enfrentó empujándolo lejos de ella, quien al perder el equilibrio pasó tirando a un par de personas más, ajenas a dicho problema.
Ella no creyó que eso fuera a pasar y se llevó la mano a la boca, dándose cuenta por un instante, que fue el centro de atención; las miradas de las personas parecían calcinantes, pero no se dejó amedrentar. Con el rostro aún enrojecido, buscó un lugar más tranquilo y avistó un asiento recién desocupado.
«En verdad que esto no puede ponerse peor a mis días grises», pensó Ava, mientras se dirigía al asiento.
Al fin se sentó con alivio, intentando dejar atrás el desagradable incidente. Se preguntaba si estos momentos se volverían habituales en su nueva vida, y cómo podría adaptarse a ellos. Por un lado, era un recordatorio de sus raíces, pero también un choque de realidades con la vida que ahora compartía con Daniel. Se prometió a sí misma que no permitiría que estas diferencias la definieran.
Ava sintió que algo no andaba bien con su cabello, suspiró mientras sacaba su pequeño espejo de mano. Al examinar su reflejo, notó que, en efecto su peinado se había deshecho durante el pequeño altercado en el metro.
Con cuidado, comenzó a soltar su largo cabello castaño que se derramaba en cascada alrededor de sus hombros. Estaba concentrada en reacomodarlo cuando sintió un toque en su brazo, lo que la hizo dar un respingo.
—¡Ava! —exclamó entusiasmada la chica, con una sonrisa de oreja a oreja.
Se volvió hacia la persona que la había tocado y encontró a su amiga y compañera de trabajo, Emily, con una sonrisa en el rostro. El encuentro inesperado con una amiga y compañera de trabajo la hizo sentir un poco más reconfortada en medio del caos del metro.
—Ava, ¿dónde te metiste durante el fin de semana? —preguntó Emily, mientras movía sus manos con cierta ansiedad—. Te llamé y mandé mensajes, pero no recibí ninguna respuesta. Estaba empezando a preocuparme.
Ava se sintió un poco incómoda por la pregunta y también se sintió mal por no estar presente en el celular, se sentía agobiada con toda esa farsa. Sin embargo trató de buscar una respuesta que no revelara demasiado.
—Lo siento, Emily. Tuve un fin de semana muy ocupado y apenas tuve tiempo de revisar mi teléfono —dijo Ava, acariciando su cabello—. Prometo estar más presente.
Emily arqueó una ceja con escepticismo.
—Así que ocupado... ¿Tanto como para no responder un mensaje en dos días? Algo no cuadra aquí, Ava. Además, ¿por qué estás tomando el metro? Pensé que eras la novia del jefe ¿Ocurre algo entre ustedes dos?
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Amor en números rojos
RomanceDaniel Busch, un exitoso hombre de negocios, tiene una importante reunión con su antigua amante y rival de negocios en el restaurante donde trabaja la jovencita Ava López. Daniel le propone un acuerdo conveniente: él la ayudará a pagar las deudas a...