Escondite y desaprobación

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Ava sintió su corazón latir con fuerza y volteó a ver para todos lados con desesperación, se levantó de la mesa para comenzar a caminar a paso ligero, mientras las miradas de las sirvientas la seguían hasta que desapareció de sus vistas.

El corazón de Ava latía con fuerza mientras corría por el gran apartamento en busca de un escondite. No entendía por qué tenía que esconderse de la madre de Daniel, pero el temor la impulsaba a obedecer. Finalmente, encontró un pequeño vestidor en el que podría refugiarse sin ser vista... o eso esperaba.

Daniel, por su parte, se acomodó el saco, carraspeó y así se dirigió a la puerta para recibir a su madre, con una expresión de seriedad en su rostro.

La voz de doña Daniela resonó en el apartamento, llena de autoridad y exigencia. Ni siquiera se tomó la molestia de saludar o algo parecido, solo entró apresurada.

—Daniel, ¿por qué tardaste tanto en abrirme la puerta? ¡Estuve esperando aquí como una plebeya! —regañó, mientras escrutaba toda la sala con su mirada crítica.

Daniel mantuvo la calma y respondió con un tono medido.

—Madre, tenía asuntos que atender y además me estaba preparando para salir, aun es muy temprano para esperar visitas y debo llegar a la oficina ¿Por qué no avisaste que vendrías en primer lugar? —se atrevió a preguntar con un evidente tono molesto.

Ava, desde su escondite, podía escuchar levemente la conversación, pero no podía evitar sentir una creciente ansiedad. Se preguntaba qué diría doña Daniela si descubría su presencia en el apartamento, en definitiva tenía una voz estridente, era la que más clara se escuchaba.

Doña Daniela, con un chasquido de dedos, llamó a cualquiera de las sirvientas y exigió café para ella, con la misma buscó la mesa del comedor para sentarse en una de las cómodas sillas. Daniel la siguió por detrás y se rascaba la frente con preocupación mientras observaba el camino que Ava tomó para ocultarse. Luego la voz de doña Daniela lo sacó de sus pensamientos.

—Daniel, vine aquí otra vez porque me enteré que tu hermana fue a cubrirte ayer desde mediodía ¿Cuál es tu excusa? ¡Habla! —exigió la señora con el ceño fruncido.

—Ay, por favor, mamá... solo me ausenté unas horas, no es el fin del mundo, además recuerda que aun estoy molesto por como me atacaste antenoche, necesitaba un respiro después de todo lo que me gritaste —respondió Daniel, fúrico al recordar como su madre se había abalanzado a quererlo ahorcar.

—No salgas con esas cosas ahora, Daniel, sabes que te fuiste en contra de mis razones y que sigues en pie con esa noviecita tuya que no me parece para ti —los ojos de doña Daniela parecían quererse salir de sus cuencas con lo enojada que se encontraba.

—Sí... Y para tu información ayer nos comprometimos aun más, así que, decide si harás desde ya los preparativos para la fiesta de compromiso o si no yo mismo me encargo de eso con Natalia, pero de que me caso, me caso —

—Sabes que yo soy la encargada, pero que sepas que no la apruebo, hijo y eso solo te traerá a ti y a ella muchos problemas...

Daniel, allí de pie frente a ella, bufó molesto con aquellas palabras de doña Daniela y se encaminó a una de las ventanas con vista hacia la calle.

—¡Mírame cuando te hablo, Daniel Haroldo! Esa chica te está volviendo todo un irresponsable, además si me exalté esa noche fue porque no soporto que nuestro apellido sea la comidilla de la sociedad. Esa chica es capaz de hacer una escenita de pelea callejera, ya todos lo saben ¡Es una vergüenza! —se quejó doña Daniela mientras levantaba con su mano temblorosa su taza de café.

—¿Otra vez con eso? Mamá, ya no discutamos más, cerremos ese tema, ¿sí? Ya te dije que la loca de Karen tuvo la culpa, no se callaba y no dejaba de atacarla, ella resistió mucho para ponerla en su lugar, y eso que fue generosa, yo en su lugar le hubiera descargado un par de puñetazos —respondió Daniel, harto de tener que sacar a relucir el nombre de su loca ex novia.

—Sea como sea, pero hay otras maneras educadas de poner a alguien en su lugar. Admite que es una vulgar, aunque diga que tiene empresas, mucho dinero, gustos exquisitos y no se que mas... Ahora dime, Daniel ¿A dónde la llevaste? —inquirió doña Daniela.

Daniel volteó a ver a su madre mientras apretaba los labios, pero se dignó a responder.

—Al viñedo —respondió secamente, sin querer entrar en detalles.

—Ah, bueno... La tonta de mi hermana ya la habrá conocido entonces... —musitó con la mirada baja, pero luego frunció el ceño—. Bueno, aparte de eso y la pregunta más importante ¿La fuiste a dejar a su casa, verdad? ¿O rompiste la regla de oro?

Daniel tragó grueso, Ava lo hizo también, no pudo evitar escuchar absolutamente todo lo que salía de la boca de la mujer.

—¿Y bien, Danielito? Tu silencio me está preocupando, sabes que aun tengo expectativas a pesar de que no la apruebo. Sabes que no debes traer a nadie aquí hasta que estén casados para no despertar ningún tipo de haladuría indeseada —sentenció doña Daniela, para luego terminar de un trago su café.

—Claro que no mamá —rió con ironía— ¿Cómo vas a creer? Si no, ¿no crees que estaría aquí, con la ropa de ayer y recién bañada, desayunando conmigo? —dijo Daniel, rezando por dentro para no sudar de los nervios.

Doña Daniela hizo una mueca de incredulidad y miró a todos lados, las sirvientes agachaban la mirada ante ella y Daniel estaba en ansiedad, deseando que el interrogatorio infernal acabara de una buena vez.

Milagrosamente su madre calló por unos segundos y dejó la taza sobre la mesa. Se levantó y Daniel celebró que su madre estuviera por irse. Con una sonrisa relajada se acercó a su madre y colocó una mano en su espalda alta para intentar guiarla hacia la salida.

—Bueno, mamá, nos vemos el fin de semana... —Daniel se quedó con la palabra en la boca, porque su madre había dado un paso, pero hacia dentro del apartamento.

—Madre, ¡¿qué diablos estás haciendo?! —exclamó Daniel y siguió a su madre gradas arriba.

—Sé que hay alguien aquí y creo que es ella ¿Crees que puedes mentirme y salir invicto? Ya lo veremos... —amenazó doña Daniela, con una sonrisa triunfante mientras entraba a la primera habitación, que era la oficina de casa de Daniel.

—¡Mamá, detente, estás loca! —Daniel intentó agarrarla del brazo, pero ella se zafó con brusquedad.

Daniel se agarró las sienes, no podía creer lo empecinada que estaba en encontrar a alguien, lo peor era que no sabía donde estaba Ava para advertirle algo. Mientras tanto, la joven, que yacía acuclillada en el vestidor, escuchaba muy cerca los pasos de la señora de sus pesadillas; estaba aterrada y con unas incontenibles ganas de llorar.

«¡Por favor... que no me encuentre!», suplicaba a Dios con sus manos juntas.

De pronto escuchó unos tacones acercarse a la habitación y detenerse justo donde ella se encontraba y la compuerta se comenzó a abrir de un solo. Ava se cubrió la cara con desesperación, tan solo para esperar lo peor.

«Ahora sí... soy historia. Esta farsa se acabó».

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Hola, he venido con un nuevo capítulo y Doña Daniela está fuera de control con sus palabras y acciones, todo apunta a que al fin dio con Ava ¿Qué crees que pase a partir de este punto? Estaré ansiosa por leerte en los comentarios.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora