Revelación inesperada

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Ava nunca se había sentido tan segura en su vida como en ese momento, en el que el hombre que amaba corría un grave peligro de vida o muerte, en el que todos parecían interponerse en aquella relación que aun no se decidía a ser algo real por eventos catastróficos que se le salían de las manos.

La mente de la joven viajaba hasta donde Daniel estaba, solo ansiaba verlo. El día anterior había sido un caos de revelaciones no esperadas, el descubrimiento y aceptación de sus sentimientos no había sido nada fácil. Ava jugaba con sus manos mientras iba en el metro y se hacía muchas preguntas que no tenían respuesta.

«Ava, sea lo que sea estamos para apoyarte», esas fueron las últimas palabras de su madre Rosaura le dedicó antes de dejar una vez más su hogar.

La primera parada que Ava hizo fue en el hospital público, donde estaba su padre. Al parecer su estado había empeorado en cuestión de un par de meses. La vista de lo que vio la dejó destrozada.

Su padre Jeremy estaba tan delgado que sus huesos podían notarse, su respiración era arrítmica y estaba conectado a un tanque de oxígeno. No tenía nada de cabello por los tratamientos de quimioterapias y la palidez en su rostro era un signo muy malo. Las lágrimas se agolparon en los ojos castaños de Ava y se reclinó para comenzar a sollozar, todo era tan injusto.

—Papá, perdóname... —Ava sorbió por la nariz y se secó las lágrimas—. Mis planes no han ido como yo tenía planeado, pero te prometo que las cosas van a mejorar, solo resiste un poco más.

Ava tomó la fría mano de su padre inconsciente, la besó como signo de su promesa y se levantó para salir de allí y dirigirse al hospital San Martín de las Flores. La verdad echaba de menos caminar por las calles con sus cómodas ropas de siempre; sus jeans de lona desgastados, una blusa celeste sencilla, gorra negra y tenis blancos.

Luego de casi una hora de camino por fin se paró frente a la entrada, decidida a decir todo lo que había visto el día anterior. Respiró hondo y entró con pasos decididos hacia la recepción, donde una de las enfermeras la recibió y se sorprendió de verla.

—No soy un fantasma, señora, soy la paciente que ayer salió de aquí y necesito ir a la sala de urgencias, por favor —pidió Ava, esperando que la enfermera no se fuera con rodeos, pero las cosas no salieron como ella esperaba.

—Usted es la señorita que desapareció de su habitación, disculpe pero tengo que notificarlo al médico —dijo la enfermera, mientras tomaba una especie de micrófono para llamar al doctor—. Siéntese aquí, señorita Ava Lopez.

Ava tragó grueso ante la exposición de su apellido, realmente no habían podido cambiar su identidad con tiempo, había un riesgo muy grande de que la familia Busch notara que ella no era Spencer, pero en ese momento lo único en que ella pensaba era en llegar a la sala donde Daniel estaba.

El doctor llegó acompañado de la enfermera delgada que se había hecho cargo de ella. Prácticamente le llamó la atención frente a todas las enfermeras que se encontraban en el perímetro y Ava solo se dedicó a disculparse. Luego de eso la encaminaron hacia el consultorio y le hicieron la revisión correspondiente.

—Sí, sus signos vitales están bien, su presión, su circulación y niveles de azúcar también. Debió quedarse en su lugar y ayer mismo hubiera salido de alta, pero no entiendo por qué se escapó —dijo por enésima vez y Ava rodó los ojos con sutileza.

—Doctor, lo siento, tuve mis razones. Aun así me alegra saber que estoy bien —respondió Ava y carraspeó— ¿Eso quiere decir que ya puedo retirarme?

—Desde luego, jovencita y no vuelva a hacer una cosa así otra vez. Podría haber mala información sobre nuestro centro —sentenció el doctor—. Bueno, eso es todo, pida en recepción su bolso de pertenencias.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora