Disculpas y noticias

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Daniel se mantuvo firme y sereno, aunque claramente incómodo por la situación. Su actitud mostraba determinación y respeto, a pesar del desagrado evidente en el rostro de doña Rosaura. Lo vio dudar por un par de segundos y se dirigió hacia Martín.

«Bien... espero que ahora arranque, que se vaya y me evite un bochorno aquí», imploró Ava a Dios, al universo o a quien sea que la estuviera escuchando en un plano espiritual.

Ella, se mordió el labio nerviosamente, observando la escena con preocupación. La tensión en el aire era palpable y un nudo en su estómago se formó abruptamente cuando en lugar de arrancar, la limusina se apagó y se escuchó el sonido de la puerta del vehículo abrirse para ver los lustrosos zapatos de Daniel apoyarse en la acera.

—Señora, entiendo que nuestro encuentro fue inesperado y quizás incómodo —dijo Daniel con voz tranquila—. Escúcheme un momento, por favor, permítame asegurarle que mis intenciones hacia su hija son genuinas y llenas de respeto. Estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para demostrarle que la amo y lo mucho que quiero hacerla feliz.

«¡Dios! ¿Por qué él va a pasos agigantados? ¡No debería haber dicho que me ama tan rápido!», exclamó Ava en sus pensamientos y la vergüenza mezclados.

Doña Rosaura seguía en silencio, sin moverse ni cambiar su fulminante expresión.

Daniel carraspeó y se acercó un par de pasos a la señora.

—Sé que soy mayor que Ava, pero eso no debe ser un obstáculo para nuestro amor. Por favor, déme la oportunidad de demostrarle que puedo ser el hombre adecuado para su hija. Pero primero, permítame asegurarle que mis intenciones hacia su hija son genuinas y llenas de respeto.

Doña Rosaura rió irónicamente y frunció el ceño.

—¿Y a usted quién le dijo que tenía una oportunidad en esta familia? —espetó doña Rosaura entre dientes—. Primero, habla de respeto y no tuvo la decencia de presentarse como la gente y de tener un noviazgo normal con mi hija... y ahora viene a hacerse el educado ¿Sabe? Qué bueno que se dignó a hablarme hoy, para poder decirle que usted solo es un hipócrita con traje y cuentas bancarias ¿Me escuchó?

El altercado frente a la casa de Ava había comenzado y al mismo tiempo llegado a su punto máximo. Doña Rosaura, visiblemente enfurecida, no había escatimado en palabras hirientes y sin pensarlo había comenzado a echar a empujones a Daniel, quien se esforzaba por protegerse de los ataques físicos.

—¡Fuera de mi casa! No quiero verlo ni en pintura ¡No es más que un hombre sucio y sin valores! ¡Váyase y quédese con su dinero y su vacía vida! ¡No lo necesitamos! —gritó doña Rosaura con furia, mientras se abalanzaba otra vez a Daniel para empujarlo.

Los vecinos que habían salido a ver la escena murmuraban y comentaban entre ellos, alimentando el chisme con sus palabras. Ava, desde la entrada de la casa, no podía contener las lágrimas que rodaban por sus mejillas mientras observaba la situación con rabia interna e impotencia.

Felipe, el hermano mayor de Ava, quien había llegado más temprano del trabajo, finalmente salió de la casa para tratar de calmar a su madre. Los colores de vergüenza se reflejaron en el rostro de la joven mientras que Felipe intentaba poner orden en medio del caos.

—¡Mamá, por favor! Esto no ayuda en nada ¡Basta ya! ¡Entremos a la casa ahora! —gritaba Felipe, forcejeando con su madre.

Con un gesto adusto, Daniel se alejó de la escena y se dirigió hacia la limusina. No se despidió, simplemente entró al vehículo y cerró la puerta tras de sí, mientras que Martín arrancaba lo más rápido posible.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora