Inesperado obstáculo

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Ava y Daniel se encontraban parados en la entrada de la casa de la joven, ambos sujetaban con firmeza sus manos, mientras enfrentaban la furiosa mirada de doña Rosaura.

—Mamá... buenos días —Ava saludó a su madre, mientras se pasaba una mano por su aun húmedo flequillo, con una voz temblorosa y apenas capaz de sostener la mirada de la mujer— ¿Podemos entrar para hablar en privado? Te explicaremos todo lo que ocurrió, es importante.

Sin embargo, la madre de Ava no ocultaba su furia, y su silencio era más aterrador que cualquier grito. Mas bien se cruzó de brazos y dirigió su mirada de rencor directo a Daniel. El, al notar aquello se dispuso a tomar la palabra.

—Doña Rosaura, lamento profundamente cualquier preocupación que pudiera haberle causado — dijo él, con firmeza y sin titubear un solo instante— . La verdad es que no había planeado que Ava se quedara hasta tan tarde, pero surgió una situación en la empresa que requirió su atención.

Ava volteó a ver a Daniel, incrédula de la habilidad que ese hombre tenía para mentir así como así. Por su parte, él la volteó a mirar y le sonrió con suavidad, en signo de que le dejara todo a él. La joven apretó los labios y rezó para que su madre pudiera comprender.

—¿Una situación en la empresa? ¡Ha! ¿Y qué tiene que ver eso con que mi hija no llegara anoche? —regañó la señora y volteó a ver a su hija—¿Por qué no me llamaste, Ava?

— Mamá, yo... —La voz de Ava temblaba irremediablemente. Conocía a su madre, ella no se creía cualquier cuento.

— Lo siento, doña Rosaura, la culpa fue mía — intervino nuevamente Daniel—. Yo la invité a cenar después de la reunión en el viñedo de mi tía. No quería que tuviera que preocuparse por nada, así que me aseguré de que estuviera bien atendida. Nos agarró la tarde y le pedí a ella que se quedara en una suite de mi apartamento. Como puede ver ella está aquí sana y salva frente a usted, señora ¿Verdad que te encuentras bien, Ava?

Daniel miró con expectación a la joven, quien con un poco de nervios asintió y dio una vuelta para que su madre la viera completa.

—¿Ves mamá? No pasó nada de lo que puedas preocuparte —agregó Ava, sintiéndose la más grande de las mentirosas cuando recordó los dos encuentros pasionales con Daniel y se limitó a tragar saliva.

Doña Rosaura suspiró, todavía furiosa, porque ya eran las nueve de la mañana y ella permanecía con el corazón en la garganta porque su hija no la llamaba.

— Esto es inaceptable, Daniel — refunfuño la señora, mientras lo señalaba con su índice—. Mi hija tiene una casa a la cual regresar y no puede andar por ahí a altas horas de la noche ¿Qué van a decir de ella? No se puso a pensar en eso, ¿verdad?

«Mamá, te recuerdo que tú hiciste un alboroto público, así que por eso ni te preocupes ya», pensó Ava, queriendo decirle esas palabras a su madre, pero se limitó a rodar los ojos nada más y a intentar calmarla.

— Mamá, por favor, entiende...

— Señora Rosaura, le prometo que esto no volverá a suceder. Estoy demasiado comprometido con Ava y quiero asegurarme de que nada le falte ni le preocupe. Por favor, permítame enmendar este error y verá qué buen yerno puedo ser.

La tensión en la entrada de la casa era palpable mientras doña Rosaura consideraba las palabras de Daniel y las miradas angustiadas de Ava. La mirada de la señora se paseaba de su hija a ese señor, que le parecía diferente afeitado, pero luego despabiló, frunció el ceño y se dispuso a hablar.

—Don Daniel —dijo despectiva—. Yo quería hablar como la gente con usted el dia de ayer, se lo dije a mi hija, pero por lo visto ustedes hicieron lo que se les vino en gana, entonces no les importó lo que yo quisiera decir, ahora viene con cara de arrepentido, pero no le creo nada.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora