Conflictos en la empresa

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Ava tenía tanta desesperación de que Daniel llamara a doña Daniela, que cuando él marcó y puso la llamada en altavoz, ella quiso salir corriendo de allí; también sintió muchas ganas de arrebatarle el celular a él y lanzarlo por la ventana, pero sabía que no podría ser capaz de hacer tal cosa, así que solo llevó su mano a la boca para apaciguar lo que sentía. Daniel apagó la pantalla de su celular, tomó la mano de ella, porque sintió sus intenciones de salir del lugar, eso solo le dio valor a Ava para hablar.

—Daniel, ¿qué estamos haciendo? —susurró Ava, nerviosa—. Esto no es una buena idea, te lo digo.

Daniel volteó a ver a los ojos a su prometida hacia arriba y apretó su mano con suavidad para que se calmara.

—Tranquila, por favor, necesito aclararle un par de cosas a mi madre. Ya es demasiado, no puedo seguir permitiendo estas cosas.

Ava tragó saliva y las lágrimas se agolparon en sus ojos.

—Pero... ¿y si solo empeora todo? —respondió con la voz entrecortada.

—Pues entonces, al menos sabremos cómo proceder ante ella. La voy a enfrentar y quiero que tu atestigües esto.

La joven apretó los labios y respiró fuerte, mientras veía encender la pantalla del celular de Daniel y su corazón se aceleró, tanto que ella apretó la mano de su prometido para que la volviera a ver nuevamente.

—Daniel... Daniel, por favor, que sea breve, ¿sí? —imploró la joven.

—Durará lo que tenga que durar, mi amor —dijo Daniel, con determinación.

Ava estiró una de sus comisuras, con resignación a la respuesta de él, respiró profundo y asintió.

El teléfono lanzó ese característico sonido, anunciando que la llamada había entrado con éxito. Sonó una vez, luego dos y tres veces...

«Dios mío... Ojalá esté ocupada, distraída y no conteste. Que esté de compras, o haciéndole la vida imposible a alguien más... ¡En el baño, con estreñimiento... lo que sea!», imploraba Ava con desesperación, pero finalmente doña Daniela había respondido.

—¿Sí? ¿Quién llama? —respondió aquella voz femenina rasposa que causaba escalofríos a Ava.

—Mamá, soy yo, Daniel... Como si no tuvieras registrado mi número —respondió, rodando los ojos y negando con la cabeza.

—Ah, Daniel... ¿Será que ya mi hijo ha recapacitado sobre sus actos y me dirá la verdad? —respondió doña Daniela con ironía.

—Esa pregunta mejor te la hago yo a ti, desde esta mañana que me hiciste ese desplante e insultaste a mi prometida —espetó Daniel.

—Eso quiere decir que sigues en pie con tus decisiones sin importar lo que tu madre opine, ¿verdad?... —refunfuñó doña Daniela.

—Mamá, tú sabes que ya tomé una decisión y solo quiero saber ¿Por qué lo hiciste?

—¿De qué hablas, Daniel? —inquirió la señora, con la voz temblorosa.

Daniel dio unos segundos para que su madre se explicara, pero la señora no soltó ni una palabra más, así que él bufó y no le quedó más remedio que responder.

—Por favor, mamá, no te hagas la ignorante, ¿quieres? —espetó Daniel, para comenzar a zapatear, producto de la ira contenida—. Intentaste negarle la entrada a la empresa a Ava, mi prometida, mi pareja te guste o no.

Dicho eso, doña Daniela comenzó a toser de manera estridente, tanto así, que Daniel tuvo que alejar un poco su celular, ese que tenía cerca del rostro. Ava enarcó la ceja, realmente no comprendía qué era lo que pasaba por la mente de esa mujer.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora