Secretos en fuga

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Ava estaba paralizada por la confusión y el miedo. En realidad los pasos se habían acercado, pero no tan cerca como para llegar hasta su escondite, eso en parte la había aliviado un poco, pero no lo suficiente. La joven cerró sus ojos, respiró profundo e intentó agudizar sus oídos para tratar de evaluar lo que no podía ver.

Los sollozos que provenían de la habitación de Daniel eran angustiantes, y se mezclaban con pequeños susurros que por mas que Ava intentara descifrar era prácticamente imposible de hacerlo, lo único que podía percibir era la angustia con la que se emitían.

«Pero... ¿De quién podrá tratarse? —Ava se rascó la cabeza—. Lo único que identifico es que definitivamente es mujer, tiene que serlo, no tengo duda de eso».

Ava continuaba paralizada por la confusión y el miedo, entre sus pensamientos caóticos intentaba discernir quién podía estar en la habitación en esos momentos; la incertidumbre la atormentaba cada vez más. Sus dudas se volvían mas confusas a cada segundo que pasaba.

Acaso... ¿era la persona que había entrado, alguien de su familia? Quizá Natalia, quien se ve que quiere mucho a su hermano... o doña Daniela que tiene una obsesión enfermiza ¿O quizás podía ser la enfermera delgada? El misterio se hacía más insoportable cuando se percató de que quien estaba en la habitación susurraba más entre sollozos.

¿Por qué lloraba? Ava juró escuchar un "perdóname" casi tan claro como un lago cristalino y la opresión se hizo presente en su pecho.

Ava sintió que debía enfrentar la situación, pero el miedo a descubrir quién estaba allí la hizo titubear. Cuando dio un paso al frente, sin querer emitió un ruido al empujar un poco hacia adelante el biombo... Ya estaba claro, la había escuchado quien quiera que estuviera allí.

Los sollozos cesaron de manera abrupta, la tensión se palpaba en el aire y los pasos se acercaban rápidamente a donde la joven se estaba resguardando.

«Rayos... ahora sí me tendré que enfrentar a la verdad», se dijo Ava, quien tragó grueso y frunció el ceño para aceptar el destino de lo que fuera a ocurrir.

Antes de que la persona pudiera descubrirla por completo, se oyó el sonido de la puerta abriéndose, luego unos pasos ligeros que se alejaban, seguido de un agudo y aterrado grito que retumbó en aquellas cuatro paredes.

—¡Por Dios, un intruso! ¡Auxilio, socorro! —chilló la mujer y los pasos ligeros, seguidos de otros de tacones salieron hacia el pasillo.

Con premura, salió en carrera hacia el marco de la puerta de la habitación y por su lado derecho corrió aquella entidad extraña, estaba vestida de negro y usaba gorra. A su lado izquierdo iba casi corriendo Natalia, con su bebé en brazos, estaba agitada y rápidamente buscó el auxilio de los enfermeros.

La joven aprovechó aquel momento de aflicción de Natalia para salir de la habitación de Daniel y encaminarse hacia el pasillo derecho. Ansiaba saber quién era aquella persona, tal y como lo temía, no era nadie de la familia de Daniel, al menos no de su familia cercana. Sus pensamientos se convirtieron en un torbellino, y no sabía qué decisiones tomar en ese momento de tensión y desconcierto. Solo sabía que debía seguir corriendo en busca de la verdad.

Ava no se detuvo para nada y persiguió a la figura con ropa negra que se abría paso con rapidez entre la gente del hospital.

«Esa arpía sí que es ágil», pensó Ava y aceleró el paso, aunque un par de enfermeras quisieron detenerla para cuestionarla.

A pesar de estar descalza y vestida con la bata del hospital, no iba a permitir que esa misteriosa persona escapara sin antes descubrir su identidad y mejor si salían a brote sus intenciones. Continuó siguiendo los movimientos mientras observaba cómo se dirigía hacia la salida del hospital.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora