Choque de personalidades

42 7 0
                                    

Ava observaba cómo la limusina de Daniel se alejaba de la majestuosa Mansión Busch. Por un lado, sentía un alivio profundo al saber que no tendría que enfrentar a doña Daniela en un buen tiempo. Suspiró aliviada y su mente divagó hacia su hogar. Finalmente, la hipoteca estaba en proceso de ser saldada, y Ava tenía la sensación de que el sol comenzaría a brillar con el paso del tiempo.

Daniel, complacido, la felicitó con un profundo beso que le robó el aliento. Ava sonrió, porque de alguna manera, al verlo feliz, ella también se sentía bien, y viceversa.

¿Cómo era posible que estuvieran comenzando a conectar en un nivel más profundo? ¿Por qué sentía que poco a poco se estaba abriendo a él emocionalmente? Por Dios... esos gestos comenzaban a hacerle efecto, él en serio comenzaba a ganarse su cariño, aunque aun no podia decir que se estaba enamorando, de ninguna manera.

Mientras Ava se perdía en sus pensamientos dentro de la limusina, Daniel notó su ensimismamiento y decidió sacarla de sus cavilaciones, pasando su brazo por los hombros de ella, para comenzar a darle leves caricias en la piel expuesta de su brazo, acto que le generó un escalofrío agradable por toda su espalda.

—Martín, cierra la compuerta —ordenó Daniel al conductor.

—Como ordene, señor —dijo el hombre, sin chistar, obedeciendo la solicitud de Daniel y cerró la división entre los asientos delanteros y traseros, brindándoles así un poco más de privacidad.

Ava arqueó una ceja con curiosidad, preguntándose qué tenía en mente Daniel, aunque claro que tenía una idea y no muy inocente por supuesto. Sus pensamientos fueron rápidamente respondidos cuando él se acercó peligrosamente a su oído y comenzó a elogiarla.

—Ava, de verdad lucías increíble allí, hablando con tanta naturalidad y elegancia. Hasta yo creí en cada palabra que decías.

Ava sonrió, un poco desconcertada.

—Eso es... ¿Un cumplido o un halago, Daniel? —ella frunció el ceño y le ofreció una sonrisa ladina.

Daniel soltó una risa encantadora y, de repente, tomó el rostro de Ava con suavidad, acercándola a él para un beso apasionado que la tomó por sorpresa. Los labios de ambos se encontraron en un torbellino de emociones intensas.

Ava, en ese momento, sintió como si estuviera flotando en el aire, entregándose al beso con pasión y devoción. Sin pensarlo dos veces, pasó sus brazos por detrás de su nuca y lo atrajo más hacia ella.

Por primera vez en todo ese tiempo, se sintió verdaderamente conectada con la anatomía de Daniel, sin barreras ni pretensiones. La chispa entre ellos se había encendido de una manera que ninguno de los dos podía negar.

El beso continuó y se profundizó, ella lo llevó a otro nivel rozando su lengua contra los labios de él, quien jadeó complacido para abrir más su boca y que ambas hicieran una danza pasional y Ava pudo sentir el latido acelerado de su corazón mientras se entregaba completamente a la pasión que compartían en ese momento de intimidad.

El ambiente en la limusina se había vuelto cada vez más apasionado, con besos y caricias que reflejaban la creciente atracción entre Ava y Daniel. La mente de la joven comenzaba a nublarse.

Una cosquilla la invadía desde sus pechos, pasando por su vientre, hasta desembocar en su punto más sensible, este había reaccionado a lo húmedo del beso y a la cercanía de él, que como si hubiera adivinado lo que le pasaba, comenzó a desabotonar sus jeans e introdujo sus dedos por debajo de su ropa interior, buscando tocar aquel punto de placer y ella no hizo nada por detenerlo.

«Creo que en este momento no hay escapatoria —se dijo Ava—. No me está disgustando y aparte, le estoy muy agradecida porque me defendió ante su familia ¿Es deseo o agradecimiento? Me es difícil distinguir».

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora