Verdad, justicia y amor II

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Karen llamó a doña Daniela para que se parara a su lado y también llamó a Patrick, un investigador encubierto que trabajaba para la familia Busch. El hombre alto y con sobrepeso pasó al frente sin voltear a ver a Daniel, luego le entregó a Karen una carpeta amarilla y se dirigió hasta el fondo del salón y encendió un dispositivo que mostraba imágenes en la pared.

Sin borrar aquella sonrisa triunfal, Karen tomó la palabra y volteó a ver a Ava, quien se encontraba abrazándose a ella misma para apaciguar lo que estaba viviendo.

—Creo que ya es hora de desmontar este teatrito y que todos sepan la verdad, sobre la clase de impostora que es esta mujer —dijo Karen, mientras que algunas imágenes pasaban ante la vista de todos.

—En realidad, la mujer aquí presente, no se llama Ava Spencer, su verdadero nombre es Ava López, una mujer pobre y ambiciosa que, evidentemente enamoró y engatusó al señor Busch porque le interesaba el dinero de la familia ¡No hay otro motivo!

—¡Yo lo sospechaba y resultó cierto! —Doña Daniela asintió, con los brazos cruzados, se veía orgullosa por todo lo que Karen exponía ante todos los presentes: Fotos de la humilde casa donde ella vivía, de su familia y hasta de sus visitas a su padre en el hospital público de la ciudad.

—La muy descarada logró sacarle dinero a Daniel para gastos grandes de una hipoteca, aquí tengo copias de los documentos, en fin, para qué alargar más este asunto, aquí se descubrió la clase de arpía que es y de lo que es capaz con tal de salir de la miseria en la que estaba.

Don Manuel y Natalia se miraron boquiabiertos, no podían creer lo que ocurría.

—¿Cómo puede ser posible? Es una mentirosa, hasta la consideré mi amiga —cuestionaba Natalia con indicios de lágrimas en sus ojos y el bebé comenzó a sollozar entre sus brazos.

—Pero, si la muchachita es tan refinada y elegante, entonces... ¿nos engañó? —inquirió don Manuel.

Al terminar aquella presentación humillante, Karen se apartó del centro, dejando a Ava y a Daniel como blanco de las miradas, pero a pesar de todo aquel acontecimiento algo se sentía diferente en el ambiente, no como debería ser.

«¿Qué sucede? —pensó Karen—. Se supone que todos deberían estar escandalizados, aborreciéndola y humillándola».

La sonrisa de Karen y de doña Daniela desapareció con rapidez al darse cuenta de que no había ni sorpresa, mucho menos consternación en los rostros de los colegas y demás invitados presentes.

Daniel, bastante calmado, dio un paso al frente y levantó la mano para hablar:

—¿Sabes una cosa, Karen? A nadie aquí nos sorprende esto que dices, mas que a mi madre, mi padre, Natalia y a ti —espetó Daniel, mientras daba una señal a alguien para que se levantara de entre los invitados.

Los invitados comenzaron de manera paulatina a murmurar, algunos asentían a lo que Daniel había dicho.

—Es cierto —dijo Artemisa, una amiga—, Daniel nos llamó por teléfono y nos aclaró todo lo que estaba pasando, se tomó la molestia de decirnos lo que iba a ocurrir hoy, así que por eso no estamos sorprendidos.

Ava, quien estaba desolada justo atrás de Daniel y Karen, levantó la cabeza con seguridad y su semblante pasó de estar preocupado a esbozar una sonrisa que le heló la sangre a Karen.

—Aquí, quien estuvo investigando fui yo, Karen y por fin tengo la pieza que necesitaba para desenmascararte —espetó Daniel, mientras Ava le pasaba unos documentos, justamente la prueba de que ella había estado drenando las cuentas bancarias de los Busch.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora