Conflictos emocionales y apoyo

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Ava se "despertó" más temprano de lo normal, se levantó con pesadez de su cama y de puntitas para no despertar a su mamá, que dormía en la habitación de al lado. Se encaminó hasta el cuarto de baño y al encerrarse allí pudo ver su demacrado rostro... A parte de que sus ojos aun estaban hinchados por el suceso del día anterior, también debajo de estos tenía grandes ojeras por toda esa noche en vela.

Ella pensó que si el desvelo y el llanto se convertían en una costumbre, a ese paso luciría mucho mayor de lo que en realidad era. En cuestión de segundos levantó un poco el ánimo y se lavó la cara, se desvistió rápidamente y se metió a la ducha.

Ava continuó bajo la refrescante corriente de agua mientras sus pensamientos se agolpaban en su mente. El vapor se apoderaba del baño, creando un ambiente acogedor que contrastaba con la preocupación que la atormentaba. Con cada gota de agua que caía sobre su piel, se sentía más despierta y alerta, pero también más vulnerable y expuesta a sus pensamientos caóticos.

«Debería haberme llamado o enviado un mensaje», pensó Ava mientras dejaba que el agua corriera por su cuerpo.

Se sentía un poco abandonada y ansiosa por la falta de comunicación de él. Era su prometido, falso, pero prometido, ¿no? Ella merecía una explicación. Su mente divagó entre diferentes escenarios, tratando de entender por qué él no se había puesto en contacto con ella.

«Rayos... ¿Qué habrá pensado de todo lo que sucedió ayer? —se preguntó—. ¿De verdad está enfadado conmigo? Si yo no hice nada, quizá eso le molestó, pero... ¿Estaré preocupándome por gusto?». Las preguntas seguían acumulándose en su mente, y la incertidumbre la hacía sentirse más ansiosa.

Mientras se enjabonaba el cuerpo, trató de recordar los momentos compartidos con Daniel, las miradas, los gestos de cariño, las conversaciones profundas. Lo apoyada que se sentía solo con tenerlo al lado.

«¿Será que estoy empezando a sentir algo más por él? —se cuestionó, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía qué pensar ni cómo interpretar sus propios sentimientos—. No, no ¡Despierta, Ava! A penas lo ves simpático, no se afeita y su edad no ayuda. Y a pesar de que él diga que te ama incluso frente a tu propia madre, estoy segura que solo es una pantalla, aunque... me confunde la forma en que parece tan genuino ¡Me está volviendo loca todo esto!».

Terminó la ducha y envolvió su cuerpo en una suave toalla. Se miró en el espejo y vio una versión más fresca y despierta de sí misma. Pero por dentro, la tormenta de emociones seguía rugiendo.

En un segundo de descuido, la toalla se deslizó por su cuerpo hacia el suelo y justamente estaba frente al espejo, donde se quedó contemplando su torneada figura y los detalles de su desnudez. Su mirada se dirigió hacia sus pechos y de la nada, la imagen de hacía dos noches apareció como un relámpago, donde Daniel la acariciaba con dedicación, con dulzura; la manera en que su boca acariciaba sus pezones.

Ava, de repente sintió como si de verdad él estuviera haciéndole aquello en ese momento, pero también notó como sus ojos ya estaban cerrados y era ella misma quien estaba tomando con sus dedos ambos pezones y los presionaba con delicadeza y frenesí, estaban tan hinchados y sensibles a esas caricias autoinfringidas. Su boca se entreabrió y a su entrepierna llegó una punzada placentera.

De pronto un golpe la hizo sobresaltar y la sacó de ese momento íntimo y secreto.

—¡Ava! ¡¿Qué haces en el baño tan temprano?! —exclamó Marta, su hermana, la mayor de los tres.

Ava recogió la toalla con rapidez y comenzó a colocarsela para tapar su desnudez.

—Sí, es que me levanté más temprano, pero ya en unos segundos estoy saliendo —dijo Ava, presurosa.

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora