Inesperada intrusión

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Ava cerró los ojos, mientras entreabría su boca para recibir la de Daniel por completo. Esos besos húmedos se estaban volviendo una constante para la joven... para los dos en realidad. Sus rostros se ladeaban de un lado al otro y Ava subió sus manos para apretar el cabello rebelde de su prometido, él en cambio comenzó a desabotonar esa blusa que ya conocía más que bien, pero pronto ella se sobresaltó y tomó la mano de Daniel para que se detuviera.

—Daniel, ¿qué haces? En serio... esta es la oficina —musitó Ava, con la respiración entrecortada y una sonrisa leve que Daniel no pasó por alto.

—Pero mi amor... ¿qué pasa? La puerta está con llave, nadie puede entrar aquí más que tú y yo, y nosotros estamos aquí, así que no le veo el inconveniente —dijo Daniel para comenzar a besar aquel cuello tan deseable para él.

—Sí, lo sé, te creo pero... aun así siento que no es correcto y además, estoy insegura —comentó Ava, mientras cerraba sus ojos y levantaba más su mentón para sentir los besos ardientes y lascivos de Daniel.

El se detuvo de inmediato y miró a los ojos de su prometida con intriga.

—No te entiendo... ¿insegura de qué? —inquirió Daniel, sin soltar a Ava de aquel pasional agarre.

Ava apretó los labios, aquello último se le había salido sin quererlo, no deseaba cuestionar a Daniel con respecto a la actitud de aquella enfermera que parecía tan cercana a él y sumamente atraída a los encantos de este. Después de todo... lo de ellos era falso... ¿no?

Con ese pensamiento en mente, Ava negó con la cabeza y se atrevió a responder:

—Olvídalo...

—No puedo olvidar algo que me digas. Ya dime de qué se trata —insistió Daniel.

—N-no es importante, además... ya lo olvidé —respondió Ava, cortante.

Daniel entrecerró los ojos, en señal de que no le creía nada a Ava, pero no le dio tiempo de analizar, porque en seguida Ava se había acercado peligrosamente a su oído, mientras sus dedos acariciaban su nuca, enviando un agradable cosquilleo en su piel.

—Sigue con lo que estabas haciendo... no me dejes a medias —pidió Ava en un susurro que envió una punzada de placer a la entrepierna de Daniel.

—Estaba esperando que lo dijeras —respondió él, con su deseosa voz y con sus dientes atrapó el labio inferior de Ava y lo soltó para proseguir con lo que deseaba.

Daniel, con sus fuertes brazos, elevó un poco más a Ava y con una mano abrió por completo aquella blusa de botones para quedarse viendo con deseo aquellos pechos, ocultos en el brasiere de la joven, esos deseables bizcochos de los que él ya se había adueñado y que eso solo le hacía desearlos mucho más.

Ava no pudo evitar notar aquella hambrienta mirada de él y esbozando una sonrisa ladeada, ella misma se retiró los tirantes para que su brasiere bajara y descubriera por completo sus pechos ante él, quien agrandó sus ojos y no dudó en llevar su boca a uno de ellos para succionarlo con frenesí, ella solo entreabrió sus labios, cerró sus ojos y echó la cabeza hacia atrás al sentir aquella punzada de placer.

Sin esperar un segundo más, Daniel cargó a Ava y la llevó hasta su escritorio, donde la depositó con suavidad y una vez más ambos se dedicaron a devorarse a besos, Ava trataba de no ser muy ruidosa, pero a él eso parecía no importarle.

«Siento mucho deseo, pero no entiendo... ¿Cómo Daniel puede portarse como si estuviéramos en lo íntimo de un dormitorio? Me da inseguridad estar así con él en esta oficina», se debatía Ava, pero con dificultad, ya que la traviesa lengua de Daniel acariciaba la suya y le nublaba el juicio.

Mientras aquel beso se intensificaba, Daniel tomó entre su mano uno de los pechos de Ava para masajearlo con devoción y sin aviso pellizcó su duro y sensible pezón, sacando un pequeño gemido de la joven.

—Ya no aguanto más, te haré mía aquí de una vez por todas —afirmó Daniel, entre dientes.

—Espera... Daniel —susurró Ava, intentando detenerlo, porque a pesar de que deseaba que siguiera, a la vez la inseguridad la carcomía.

Sin decir una palabra, Daniel desabrochó el pantalón de tela y con cuidado lo bajó para ver la húmeda feminidad de Ava, haciendo que su corazón se acelerara mucho más y se relamiera los labios con deseo. Sin pensarlo él se acercó a aquella zona, devorando con la mirada la prueba más clara de que Ava estaba excitada con aquellos besos y caricias.

—¿Qué piensas hacer? Da... —Ava no pudo formular una palabra más, porque para ese instante pudo sentir las manos de Daniel abriéndose paso en su entrepierna, para luego percibir lo frío del ambiente, pero también lo tibio de la lengua de su prometido, resbalándose justo en su punto sensible de placer.

Ava abrió la boca y con la misma la cubrió con su mano, porque un gemido sonoro quería escaparse de su garganta, pero debía evitarlo a como diera lugar.

Daniel seguía en su labor, con aquellos movimientos tortuosos de su lengua, que al moverse de forma vertical, horizontal y circular, enviaban pequeños espasmos al vientre de Ava, a sus pechos y a todo su cuerpo.

El se detuvo para ver a Ava. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sus ojos permanecían cerrados, su frente estaba perlada de sudor y su rostro estaba enrojecido. Daniel se sentía satisfecho de hacerla gozar de esa manera.

—Eres un espectáculo para mis ojos, Ava —musitó Daniel y una vez más bajó su cabeza para seguir con lo que ya había comenzado.

La pareja estaba tan inmersa en su momento íntimo, dejándose llevar por la intensidad del deseo. Ava comenzó a sentir la llegada de un orgasmo, sus piernas comenzaron a temblar de manera sutil.

—Me vengo... —susurró Ava y Daniel por inercia intensificó los movimientos de su boca.

El tiempo parecía detenerse, pero de repente, antes de que aquel momento de clímax se pudiera llevar a cabo, la puerta de la oficina se abrió estrepitosamente y un sonido de sorpresa se escapó de los labios de Ava. Daniel se separó con rapidez, mirando hacia la puerta, pero esta se había cerrado a toda velocidad.

Ava tomó compostura, mientras intentaba cubrir sus partes íntimas y se enderezaba para vestirse de nuevo. Daniel también se acomodó su traje y se pasó las manos por el cabello para peinarse un poco.

Ambos se quedaron perplejos, con las respiraciones aun entrecortadas, intentando descifrar quien podría haber irrumpido en aquel momento tan íntimo, y lo más alarmante... si se suponía que solo ellos dos tenían llave de la oficina de presidencia, ¿quién podría haber irrumpido de esa manera y cómo?

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Hola de nuevo, estoy aquí con un nuevo episodio y Daniel y Ava no pueden tener paz, alguien abrió la puerta y se supone que nadie tiene acceso a ella ¿De quién se podría tratar? Estoy ansiosa por leerte en los comentarios. Averígualo en el próximo episodio de esta historia. Saludos n.n


Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora