Sombras reveladoras

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Ava y Emily con premura se pusieron a recoger los objetos del bolso. La joven se levantó de repente y por la ventana observó a la figura de negro subiéndose a un auto azul bastante lujoso, pero que el portero retuvo para pedirle su identificación o algo parecido; aun había tiempo. Las palmas de las manos de Ava le cosquilleaban de la desesperación y solo deseaba saber la identidad de aquella persona de negro.

—Ava... en serio, esto es una locura y necesito que me expliques todo, por favor. Además, estás descalza y llevas la bata del hospital ¿Te volviste loca de remate? —suplicaba entre preguntas, Emily, con el ceño fruncido de la preocupación.

—Emi, te lo ruego, necesito que me ayudes. No tengo mucho tiempo par explicaciones largas, solo se que estoy siguiendo a alguien importante —Ava juntó sus manos—. Por favor, solo confía en mí.

Emily comenzó a zapatear y a comerse las uñas con ansiedad, tratando de analizar lo más rápido que pudo. Agachó la cabeza y luego la levantó para mirar a Ava.

—Está bien, Ava. Si dices que es importante te ayudaré, pero déjame pensar como sacarte de aquí...

Emily, con las manos heladas de tantos nervios, tomó el brazo de Ava y juntas se dirigieron hacia la salida de los pasillos. Sin embargo, su intento de pasar desapercibidas fue interrumpido por la intervención de tres enfermeras que las abordaron. Una llevaba el uniforme blanco y dos llevaban un uniforme verde, más sencillo.

—Señoritas, ¿a dónde creen que van? La hora de visita está a punto de terminar.

Emily apretó el brazo de Ava, provocando un leve quejido de parte de la joven de cabellos castaños, pero aun así se armó de valor para responder.

—Solo estoy llevando a mi hermana a tomar un poco de aire fresco en el jardín —La sonrisa de Emily temblaba un poco.

Una de las enfermeras de traje verde, con el ceño fruncido, extendió su mano hacia Emily.

—Necesito ver su identificación. No es hora de paseo.

La tensión aumentó en ese instante y la enfermera de blanco, decidida a hacer cumplir las reglas hizo una mirada de pocos amigos y cruzó los brazos esperando dicha documentación.

—Está bien, ahora se la muestro —Emily tragó saliva y comenzó a revisar su bolso.

En esos momentos, Ava comenzó a sudar en frío, era evidente de que estaban en una situación complicada que podía complicarse cada vez más, y eso solo afectaría a Emily más que a ella misma.

Emily extendió el documento ante el trío de enfermeras, sentía que su mano temblaba, pero antes de que alguna de ellas lo tomara, una hizo un comentario.

—¿Y por qué no lleva la pulsera de visita?

Emily volteaba a ver a todos lados, en busca de una respuesta.

—Es que... me la quité para lavarme las manos.

Justo cuando la enfermera de blanco le quitó el documento a Emily, una voz sonora se hizo presente en todo el hospital, llamando a la enfermera María y a sus asistentes a la sala de urgencias, provocando que ni siquiera inspeccionaran la identidad de Emily

—Vamos, chicas. Parece que hay algo urgente, nos necesitan —espetó la enfermera María y sin decir más desaparecieron por los pasillos.

Ava y Emily pudieron respirar mejor y tuvieron la oportunidad perfecta para escapar hacia los jardines y luego hacia el area de estacionamientos, donde Ava identificó aquel auto azul.

—¡Ahí va, Emily! ¿Vienes en auto? —preguntó Ava, angustiada.

—No, Ava, no poseo vehículo —se lamentó Emily.

—Entonces, sígueme —dijo Ava y jaló a Emily para salir por el área de parqueo y justamente iba pasando un taxi en el que ambas se subieron casi sin pensarlo.

Emily, intrigada y preocupada, no dejaba de hacer preguntas de manera susurrante:

—Ava... ¿Estás segura de que es la misma persona?

—Claro que sí, yo la escuché hablar por teléfono, mencionaba algo sobre haberse pasado de la raya y... no sé, algo no cuadra y siento que tuvo que ver con el accidente.

Mientras Ava seguía explicando sus sospechas, Emily no despegaba la vista de la ventana y del carro azul en el tráfico. Ava le daba indicaciones al taxista para que siguiera el mismo recorrido que aquel auto.

—Señorita, necesito una ruta específica, no puedo estar dando vueltas sin sentido, además eso le va a salir muy caro —espetó el hombre con frustración.

—Claro, lo entiendo, señor, solo resista un poco más y le pagaremos bien —dijo Ava en son de súplica que el taxista no pudo seguir refutando.

Aunque bastante renuente, aceptó las indicaciones de Ava, mientras las dos amigas seguían con la mirada fija en el carro que avanzaba por la carretera.

A medida que avanzaban, el tráfico se volvía más denso, y el taxista expresaba su incomodidad con la situación. Mientras tanto, Ava continuaba especulando sobre la misteriosa conexión entre esa persona y el accidente de Daniel.

—Solo manténgase cerca, por favor —indicó Ava al taxista.

La persecución continuó por las concurridas calles de la ciudad, con Ava y Emily tratando de descifrar el enigma que se desarrollaba ante sus ojos.

—Oye Ava... No me gusta ser pesimista, pero, ¿y si es peligroso seguirlo? Tal vez ni siquiera es la persona que buscas, no sé puede ser una confusión ¿No lo has pensado?

—Emily... yo sé lo que ví y no voy a descansar hasta saber quién es esa persona y por qué está tan involucrada. Además... No lo había querido mencionar, pero... Esa mujer lloraba ante Daniel, estaba llorando por él, eso es muy, muy extraño para mí —dijo Ava y dejó a Emily sin argumentos para seguir buscando alguna otra excusa que le hiciera desistir de su persecución.

Al acercarse, Ava observó detenidamente, intentando identificar a la persona detrás del volante. Fue entonces cuando el viento jugó un papel crucial, ya que sopló con fuerza, retirando la gorra y los lentes de la misteriosa figura, que en cuestión de segundos se acomodó en su lugar sus accesorios, pero no importaba, porque hubo tiempo suficiente para dejarse ver su rostro. Ava, con los ojos abiertos de par en par, no podía creer lo que veía.

—¡No puede ser! —exclamó Ava y se agachó porque el taxi estaba prácticamente a la par del auto azul— ¡Agáchate, Emily, que ya vi lo suficiente!

Emily se agachó, asustada y sacudió a Ava por los hombros para que saliera de su asombro y le hablara de una buena vez.

—¿Pero qué pasa? ¿Es alguien que conoces? ¡Dilo ya! —exigió Emily, con la intriga a flor de piel.

—Sí... la conozco. La conozco perfectamente —dijo Ava, tragando grueso, mientras las palabras se atoraban en su garganta por el shock.

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Hola, vengo con un nuevo capítulo y no puedo esperar por subir el siguiente. A que no adivinas de quien se trata la misteriosa persona de negro. Te leo en los comentarios y gracias por leer n.n

Amor en números rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora