De manera inevitable y sin quererlo, Ava comenzó a toser con fuerza llevándose la mano a la boca para intentar disimular aquel desastre en la mesa. En definitiva, ese respiro de sorpresa le había hecho tragar mal y por más que luchara por no toser aquello era imposible.
—Dis-pensenme —fue lo que logró decir Ava con mucha dificultad mientras seguía tosiendo.
—No hables —dijo Daniel para inclinarse y así ayudarla.
Natalia miraba sorprendida, doña Daniela y don Manuel estaban en las mismas, mientras Daniel golpeaba con cierta fuerza la espalda alta de la chica. En cuando Ava pudo respirar, respiró hondo y se dio cuenta de que las miradas estaban posadas en ella, lo cual le dio una sensación de vergüenza total. Si su rostro ya estaba enrojecido por la fuerza de toser, se había mezclado con el rojo del rubor que le subió hasta las orejas. Odiaba ser el centro de atención y menos en la mansión Busch.
—Disculpen, es que... no se que pasó —logró decir Ava, sin mirar a nadie a los ojos, mientras se llevaba la mano al pecho para tranquilizarse.
—Tranquila, querida, son pequeños detalles que pasan, ¿o no? —dijo doña Daniela con una sutil sonrisa de comprensión.
Daniel volteó a ver a su madre con un dejo de desdén.
—Es que, mamá, tu repentino cambio de actitud le puede ocasionar un infarto a cualquiera —espetó, pero su madre le dirigió una mirada fulminante—. En el buen sentido, claro está —terminó de decir Daniel y Ava negó con la cabeza.
—No, no, en realidad... agradezco las disculpas de doña Daniela y claro que son aceptadas —intervino Ava, esbozando una sonrisa genuina hacia la señora, la cual sorprendentemente fue correspondida de inmediato.
Como si esa sonrisa hubiera sellado una especie de mal episodio, Ava se sentía inusualmente tranquila, pero era real, la tensión se fue disipando con cada sorbo que le daba a su sopa, no podía creerlo. Don Manuel se veía sereno, como siempre, la joven admiraba aquella cualidad en ese señor. No digamos Natalia, quien comía y hablaba con su bebé que yacía al lado de ella en su carruaje. Y de milagro, la hostilidad de doña Daniela, esa que le daba escalofríos había dado paso a un aura apacible.
El entorno lujoso y elegante de la mansión Busch, aunque imponente, en definitiva no la intimidaba tanto como en todos esos infernales días que, con solo recordar ese lugar, le causaba un malestar general, pero eso ya no era de esa manera, era un alivio.
«Todavía me cuesta creer este cambio demasiado repentino. Deberé llevar las cosas en paz, pero no creer de todo... Eso haré y quizá las cosas vayan a mejor de una buena vez», se dijo Ava, mientras se concentraba en parecer una dama de etiqueta y buenas costumbres.
El aroma de los deliciosos platillos servidos por la servidumbre llenaba el aire, y Ava se había sentido orgullosa de sí misma al demostrar su conocimiento de la etiqueta durante la comida. La mirada de aprobación de Daniel le daba una muy buena pauta y además la hacía sentir reconfortada.
A medida que la cena llegaba a su fin, y ya con el postre servido en la mesa junto con la armoniosa aura en la familia, la resonante voz de Daniel sacó a todos de su ensimismamiento con ese mouse de chocolate y vainilla que estaba exquisito.
—Mamá, dime... ¿has pensado en cómo será la ceremonia de compromiso? —ya ha pasado tiempo y por lo que ya hemos discutido lo suficiente, no se ha pactado nada un. El tiempo va demasiado rápido.
Dicho esto, doña Daniela volteó a ver a Daniel con el ceño fruncido y tragó con dificultad antes de responder.
—¡Hijo, ya he dado mi palabra! El compromiso será como corresponde, no te preocupes por eso —espetó doña Daniela—. Ya tengo la lista de invitados desde hace días y el lugar será en La Maison Événementielle.
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Amor en números rojos
RomanceDaniel Busch, un exitoso hombre de negocios, tiene una importante reunión con su antigua amante y rival de negocios en el restaurante donde trabaja la jovencita Ava López. Daniel le propone un acuerdo conveniente: él la ayudará a pagar las deudas a...